martes, 12 de agosto de 2008

- ORDENADORES

Reproduzco por su interés el artículo publicado el Odiel Información por Juan Carlos Rodríguez Ibarra, ex-Presidente de la Junta de Extremadura

Sería interesante conocer las preferencias de algunos docentes y diputados del PP cuando deben ser asistidos clínicamente en cualquier centro sanitario. Con seguridad que rechazarán cualquier diagnóstico basado en métodos que se utilizaban cuando las nuevas tecnologías no habían hecho su aparición. Imaginemos la escena. Visita al servicio de Radiología de cualquier hospital. Se sospecha que el paciente puede tener un tumor cerebral. Conviven la vieja tecnología de los rayos X con el TAC de tercera generación que el Gobierno autonómico adquirió con un enorme esfuerzo financiero. El especialista le dice al asustado paciente que va a intentar detectar la posible anomalía con una placa de rayos X porque, aunque dispone de medios más sofisticados que, indefectiblemente detectarían la enfermedad con toda precisión, él prefiere el método antiguo, menos seguro, pero que era el que se utilizaba cuando obtuvo su licenciatura en medicina y cirugía. Y, además, a él nadie le ha enseñado a usar el TAC, y que la Junta de Andalucía lo que tendría que hacer era haber contratado a más especialistas, en lugar de gastar tanto dinero inútilmente en tanta tecnología. Y, por supuesto, añadiría que el TAC de tercera generación no es la solución para un mejor sistema sanitario.
El usuario pondría el grito en el cielo, acudiría al Defensor del paciente, escribiría una carta al periódico y el diputado del PP formularía una interpelación en la Asamblea para recriminar al presidente de la Junta la negligencia del sistema sanitario andaluz y de unos profesionales que, alegando ignorancia en el uso de las nuevas tecnologías, desprecian la salud de los pacientes y la posibilidad de ajustar su diagnóstico. Afortunadamente para todos, no se conocen casos de sanitarios que aleguen semejante estupidez. Todo sanitario conoce que cuanto mejor instrumental exista en los centros sanitarios, mejor será el diagnóstico y más fácil será aplicar el tratamiento correcto para remediar la dolencia del paciente. Un médico que no utilizara toda la tecnología a su alcance sentiría como fracaso propio el deterioro del paciente que confió en su capacidad y conocimiento. No se conoce, tampoco, el caso de profesionales sanitarios que aleguen ignorancia a la hora de utilizar cualquier instrumental que le permita mejorar el diagnóstico. No se sabe cómo lo hacen pero, tengan la edad que tengan, todos se preocupan de formarse continuamente y de aprender rápidamente el manejo y mejora de ese instrumental por muy sofisticado que resulte.

En Educación no siempre las cosas se conducen de la misma manera. Es frecuente oír y leer que los ordenadores en los pupitres de los alumnos no es la solución para la mejora del sistema educativo. Nunca nadie dijo que lo fueran. Tampoco el TAC es la solución para el tumor cancerígeno. Se oye, también, que esos ordenadores no sirven para nada. No es cierta la afirmación, pero sí es cierto que en algunos casos se dice. En oposición a lo que ocurriría en Sanidad, nadie se ha escandalizado por semejante afirmación. En Educación, no sólo se permite, sino que se alienta que se siga con el viejo método de apuntes, subrayado del tema del día, tiza y pizarra. Y quien no enciende el ordenador en el aula no tiene empacho en argumentar con displicencia que él no sabe utilizar esos artefactos y que, las cosas siempre fueron así y así seguirán siendo.
Y de esta manera, nos encontramos con adolescentes a los que se les obliga a vivir en un mundo educativo que se parece a la vida cotidiana del escolar cuando está fuera del aula, como un huevo a una castaña. Los que ya hemos cumplido algunos años, recordaremos la imagen de aquellos alumnos de primaria con el brazo izquierdo atado a la espalda en horario escolar. Eran zurdos y la tradición educativa ordenaba que se escribiera con la derecha. Afortunadamente, psicólogos y psicopedagogos descubrieron aquello de los hemisferios cerebrales y acabaron con el disparate pedagógico y psicológico que obligaba a escribir con la derecha a aquellos que eran diestros con la izquierda. En la actualidad, un adolescente pasa catorce horas al día viviendo digitalmente y seis horas en analógico. Cuando llegan a algunas aulas, ven como les atan su parte digital a la espalda y les obligan a aprender analógicamente ¡cómo siempre se hizo! Esos alumnos, cuando salen del centro escolar, se liberan de sus ataduras, vuelven a ser digitales utilizando las tecnologías con las que nacieron, SMS, YouTube, Facebook, Google, correos electrónicos, gmail, etc., hasta la mañana siguiente en que vuelven a la tiza, la pizarra, a copiar cosas que internet les ofrece en millones de páginas que ellos cortan y pegan con un esfuerzo mínimo, a imaginar lo que es una dehesa, una campiña, el nacimiento de un río, o un glaciar que ellos no ven en el aula, pero que ven en tres dimensiones en el ordenador de su casa. Quince años de su vida, seis horas al día, teniendo como horizonte una pared, la que tienen enfrente, que anula cualquier visión de lo que existe más allá y que mata la capacidad de imaginación del más pintado.

El ordenador no es la solución pero ayuda a que los escolares se asomen al mundo; con ese instrumento, el cerebro del alumno se hace infinito; con un buscador adecuado puede encontrar, en tiempo real, cualquier respuesta a las dudas y preguntas que se formulen en el aula. ¿Y el profesor? El profesor ya no es el depositario de la información; su autoridad ya no puede basarse en que sabe más que sus alumnos. El profesor sigue siendo la pieza fundamental del sistema educativo. Es el único que está capacitado para transformar la información que suministra internet en conocimiento, en comprensión de esa información de lo que se aprende, en interpretación decente del mundo y en los valores por los que deben guiarse sus alumnos para llegar a ser buenos ciudadanos. Las nuevas tecnologías dan información; la educación, los valores, el conocimiento, los valores cívicos, la interpretación del mundo los ofrece el profesor.

Transformar nuestra mirada analógica para orientarla en el sentido digital de nuestros alumnos es condición necesaria, aunque no suficiente, para que alumnos y profesores miren en la misma dirección. Seguir pretendiendo que los alumnos miren la vida con nuestros ojos analógicos es conducirlos directamente al fracaso.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra

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