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jueves, 17 de agosto de 2017

- IGUALES ANTE EL TERROR.

IGUALES ANTE EL TERROR.
Hace un año y un mes, el 14 de julio de 2016, supimos que un solo hombre desarmado era capaz de asesinar a 86 personas. Ocurrió en Niza, cuando un terrorista al volante de un camión alquilado atropelló a centenares de peatones que celebraban la fiesta nacional en el cosmopolita Paseo de los Ingleses. Este jueves, 17 de agosto, hemos comprobado lo que ya sabíamos tras nuevos crímenes idénticos ocurridos en los últimos meses en Berlín, Estocolmo o Londres: podía suceder lo mismo en cualquier ciudad del mundo. El terror ha sacudido a Barcelona. De nuevo a España y a Europa.
No se inventó el método en Niza. Atentados suicidas mediante atropellos se habían producido en países árabes y asiáticos. Pero el horror siempre parece ajeno cuando es lejano. Lo cierto es que la matanza de Niza supuso una especie de nuevo 11-S en cuanto a los efectos del terrorismo islamista. La caída de las Torres Gemelas desató el pánico global porque demostró que ni siquiera las sedes reales o simbólicas del máximo poder político y financiero estaban a salvo del terror. Asesinar a miles de personas en una sola operación criminal ya no era un acto reservado a las zonas de guerra. El atropello masivo de Niza mostró además que no hacen falta aviones ni individuos dispuestos a suicidarse para sembrar el pánico. Un camión o una simple furgoneta de alquiler pueden causar una masacre en cualquier avenida o paseo peatonal del centro de cualquier ciudad.
Barcelona estaba en alerta, como otras muchas ciudades. Es pronto para saber si algo ha fallado, si no había bolardos donde debería haberlos o si el alquiler de vehículos pasa los suficientes controles. Pero nunca es tarde para recordar que la seguridad total es imposible, y que un fanático dispuesto a matar al mayor número de personas sin importarle demasiado perder la propia vida siempre encontrará alguna forma de ejecutar su plan o el de la organización criminal a la que pertenece. Como nunca es tarde para advertir que por más que se intente blindar el modo de vida occidental a base de protección física, el terror sólo podrá combatirse yendo a las raíces del mismo y evitando que su proselitismo cale entre sus potenciales adeptos entre las poblaciones excluidas de todo el mundo. Hace falta más inteligencia que armamento, y más inversión en desarrollo que en muros y alambradas.
Del mismo modo que nadie se parece tanto a un pobre como otro pobre, sean ambos de donde sean, tampoco 
nadie se parece a una víctima del terrorismo tanto como otra víctima del mismo. El terrorista de Barcelona no se preguntó por el color, la nacionalidad ni la religión de quienes esta tarde de agosto caminaban por La Rambla. No lo hicieron los autores del 11-S ni los que hicieron explotar los trenes de Madrid aquel 11 de marzo de 2004. Ni quienes día tras día cometen crímenes masivos en cualquier ciudad de Nigeria, Irak, Paquistán, Indonesia, Turquía, Yemen o Siria. Buscan generar pánico, y a través del pánico sembrar el odio al diferente, por color o religión o lugar de nacimiento. Y esa batalla, precisamente, es la que sabemos que no ganarán mientras seamos conscientes de su irracional objetivo y de nuestros propios errores.
El principal enemigo, como recordaba nuestro compañero Edwy Plenel tras los atentados de París de 2015, es el miedo. Cada cual en su propio ámbito y colectivamente como democracia podemos y debemos superar el miedo que intentan inocular entre nosotros. (Medios y periodistas, por cierto, tenemos además la obligación ética de no extender el pánico entregándonos a la guerra del click tras un atentado, publicando datos sin contrastar o imágenes que violan la dignidad de las víctimas)


Jesús Maraña.

jueves, 13 de julio de 2017

- SOBRE MIGUEL-ÁNGEL BLANCO.

Si Miguel Ángel Blanco hubiera podido ver lo que ha pasado estos 20 años.

¿Qué pensaría Miguel Ángel Blanco de la relación de su partido con el terrorismo y sus víctimas en los 20 años desde su propio asesinato?
Stéphane M. Grueso.

Miguel Ángel Blanco se presentó en una lista electoral en una época en la que se jugaba la vida por el mero hecho de hacerlo. Y le asesinaron por ello de la manera más vil y cobarde.
Se presentó por el Partido Popular porque supongo que creía en sus ideas y quería defenderlas y construir una mejor sociedad para todos, no sólo para sus votantes. Era un demócrata. Y unos asesinos acabaron con todo ello en un segundo.
Se cumplen 20 años del crimen y no puedo ni imaginarme qué es lo que diría Miguel Ángel si pudiera ver lo que ha estado haciendo su partido a lo largo de estos años con el terrorismo y con sus víctimas. El cómo han instrumentalizado una y otra vez a las víctimas, las han utilizado para sus fines políticos y partidistas sin el más mínimo cuestionamiento moral.
Me imagino a Miguel Ángel llevándose las manos a la cabeza  al ver en la tele a Acebes y Aznar mintiendo sobre la autoría del peor atentado que hemos tenido en nuestro país para intentar ganar unas elecciones con 191 cuerpos sin vida pero todavía calientes en IFEMA. Habría sufrido mucho de saber que el PP de Madrid realizó al menos 12 operaciones de blanqueo durante esa misma mañana del 11-M. ¿Y qué le parecería el hecho de que su partido haya ninguneado tantos años a la 'molesta' asociación de víctimas del 11-M? Seguro que Miguel Ángel creía que todas las víctimas del terrorismo son iguales y merecen el mismo respeto. Todas.
Miguel Ángel seguro que, a diferencia de su partido, habría sabido separar lo que es el disenso político del terrorismo y no habría aceptado en ningún caso que desde su partido llamaran ‘etarras’ a otras fuerzas políticas o a activistas como hizo Cifuentes con Ada Colau. Tampoco le harían gracias los comentarios jocosos sobre fosas y desaparecidos que hacen de forma repetida sus compañeros de partido como  Rafa Hernando o Pablo Casado. ¡Hacer burla de desaparecidos y asesinados! Como él mismo.
Sin duda, Miguel Ángel habría protestado en estos días al ver cómo sus compañeros de partido insultaban y ponían en duda la integridad en los actos del aniversario de su asesinato de una persona como Manuela Carmena. Una persona que –al igual que él– fue amenazada por ETA. Y que además sobrevivió por casualidad a otro atentado, porque Miguel Ángel Blanco era un demócrata, y seguro que consideraba que no sólo los asesinos de ETA son terroristas sino que hay otros. Que la lucha contra el terrorismo no entiende de colores ni partidos.
Miguel Ángel habría flipado de enterarse que incluso   el acto de su propio homenaje, el 16 de noviembre de 2006, fue utilizado por el Gobierno de Esperanza Aguirre para fraccionar contratos y dar dinero a empresas de la trama Gürtel. O de que en 2015 la ahora presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, rechazara asistir al homenaje a las víctimas del 11M de una determinada asociación, pero acudiera a la de otra. "La suya". Miguel Ángel no creería en eso de que los partidos tengan "asociaciones de víctimas del terrorismo de cabecera".
Por último, Miguel Ángel Blanco lloraría desconsolado al ver cómo su partido (que a estas alturas no podría reconocer ya como suyo) prolonga y prolonga el fin del terrorismo en nuestro país por meros intereses partidistas.

Quiero creer que Miguel Ángel Blanco descansa en paz. Lo deseo. Pero como esté en un sitio desde el que haya ‘podido ver’ todo lo que ha hecho el Partido Popular en lo relativo al terrorismo y sus víctimas en estos 20 años tras su vil asesinato no creo que haya descansado mucho.