lunes, 29 de junio de 2015

- GRECIA.

Que Dios nos pille confesados.

Esta crisis la ha causado la codicia pero también la idiotez de unas élites tan entupidas como insaciables.
Nuestros peores temores se confirman. Ya habíamos establecido que uno de nuestros mayores problemas residía en que Europa se halla en manos de idiotas. Ahora acabamos de confirmar, para acabar de arreglarlo, que el Fondo Monetario Internacional está en manos de frívolos arrogantes. Esta crisis la ha causado la codicia pero también la idiotez de unas élites tan entupidas como insaciables.
Solo existe algo peor que un idiota y es otro idiota con un arma cargada como supone hoy la salida del Euro. Una diferencia de unos cientos de millones en la recaudación del IVA y un puñado de tecnicismos sobre las pensiones y las privatizaciones nos han traído al borde de este abismo. Cristine Lagarde podrá sentirse orgullosa. Nunca nadie hizo tanto daño con tan poco y a tantos sin saber muy bien siquiera qué estaba haciendo exactamente. 
Casi cinco años después, con la tercera parte del PIB griego tirado a la basura, con unos cientos de miles de millones de euros malgastados y unas decenas de miles de vidas arruinadas y destrozadas solo para demostrar que eran fácilmente arruinables y destrozables, volvemos a la casilla de salida.
Un joven primer ministro descubre que su legitimidad democrática y su voluntad reformista no valen nada y pretende someter a referéndum las condiciones que le imponen. En 2011 se llamaba Yorgos Papandreu, hoy se llama Alexis Tsipras. Entonces a los socios comunitarios les pareció un riesgo innecesario preguntarle a la gente si aceptaba voluntariamente ser sacrificada, hoy se lo sigue pareciendo. La incapacidad para aprender de las élites que gobiernan empieza a resultar francamente irritante.
Los griegos se lo han buscado, sostienen muchos. Puede ser. Un país que ha renunciado durante décadas a tener un sistema tributario mínimamente justo alguna responsabilidad tendrá en las desgracias que le sucedan. Pero los bancos alemanes y franceses que ganaron cientos de miles de millones especulando en ese país y en esa economía que hoy tanto les escandaliza también se lo buscaron. A ellos se les ha rescatado y se les ha ayudado sin poner mas condición que el sufrimiento de miles de griegos que ni siquiera saben muy bien qué ha pasado. La democracia era otra cosa. Siempre lo ha sido.

lunes, 22 de junio de 2015

- LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y RELIGIOSA.

El caso Rita Maestre. Es la Universidad, amigos, no una parroquia.

Cuando Rita Maestre entró en la capilla de la Complutense, no entró en un lugar de culto, sino que estaba en una Universidad pública, en un lugar en el que, por mandato constitucional, no debería haber ni capillas ni ceremonias religiosas.

En estos días hemos sabido que la Fiscalía pide un año de cárcel para Rita Maestre, por violación de los artículos 523 y 524 del Código Penal; artículos que castigan la profanación en ofensa de sentimientos religiosos legalmente tutelados, y que prohíben también la perturbación de cualquier ceremonia religiosa (variando la pena si tales actos se realizan en un lugar destinado al culto o en cualquier otro lugar). Todos conocemos los hechos que se le imputan a Rita Maestre y no hace falta volver a narrarlos aquí. Lo que no parece estar tan claro es cómo habríamos de calificarlos y valorarlos en un Estado constitucional como el nuestro.
Para empezar, no sé si lo que hizo Rita Maestre puede ser constitutivo de una profanación, considerando que el término “profanar” se utiliza para describir ritos satánicos, de brujería y misas negras, y es algo que el Derecho Canónico castiga nada menos que con la excomunión. No sé si una protesta pacífica, de contenido político o ideológico (entendido en sentido amplio), en un espacio universitario, puede calificarse como un tratamiento ultrajante de algo que se considera sagrado o digno de respeto. Me parece, más bien, que hablar de profanación en este caso es claramente delirante, aparte de mojigato, puritano y reaccionario.
Si de lo que hablamos, en cambio, es de “perturbación” entonces el problema no es tanto el de la calificación, como el de situar bien los hechos para valorarlos adecuadamente. Soltar eslóganes anticlericales enseñando las tetas, puede ser más o menos desafortunado, pero, desde luego, casa bien con el contenido mínimo que le damos a la libertad de expresión y a la libertad ideológica en nuestro texto constitucional (art. 20.1.a CE), sin olvidar que se trata de libertades que tienen el mismo rango moral y jurídico que el de la libertad religiosa (art. 16.1 CE), y que, por disposición del mismo artículo 20.2 CE no pueden restringirse mediante ningún tipo de censura previa.
Pues bien, en primer lugar, esta censura es la que establecen los artículos citados del Código Penal que, por lo mismo, son los que deberían estar sometidos a discusión y, de hecho, tendrían que haber sido derogados hace ya mucho tiempo por criminalizar a priori el ejercicio de nuestros derechos fundamentales. En lugar de reformar el Código Penal para incrementar la represión, nuestro extinto Gallardón podría haber aprovechado la ocasión para reducirla, por ejemplo, repensando la función inquisitorial de estos tipos penales. Pero a estas alturas ya sabemos que no se le pueden pedir peras al olmo…y esta es una de las razones por las que Rita Maestre ocupa el cargo de concejal: porque tiene un pasado de activismo y compromiso con el cambio que no pueden exhibir los concejales del PP (a no ser que se considere como activismo y compromiso la cruzada impenitente por el mantenimiento del estatus quo y la imposición del cristianismo al grito de “Santiago cierra España”).
En fin, en segundo lugar, y al margen ahora de la censura del Código Penal que, de momento, no parece tener solución, tendríamos que ponderar con inteligencia los derechos que están en juego en el caso Maestre, para determinar cuál de ellos debería priorizarse. Más allá de su contenido esencial, los derechos no se definen de una vez y para siempre en una tribuna, en un púlpito, en la santa tradición…ni tan siquiera en la jurisprudencia, sino que se definen por su continua colisión con otros derechos, como el fruto de un proceso argumentativo y ponderado que ha de darse caso a caso, de modo que, en su sentido clásico, el derecho fundamental es el que triunfa finalmente en la refriega. Así que, ¿libertad de expresión/ideológica o libertad religiosa? Pues si, como parece, la libertad de expresión se utiliza, precisamente, contra el sistema establecido, y lo que se protege es, por tanto, el disenso, la disidencia y la confrontación, yo diría, a falta de resolución judicial, que los hechos encajan en el contenido esencial de la libertad de expresión. La libertad de expresión no se puede perseguir con el argumento del desorden, de la misma manera que las manifestaciones son una alteración legal y legítima del orden público, y no pueden perseguirse (como pretende la Ley Mordaza) en su calidad de alteración o perturbación.
Pero hay aquí, además, otro asunto interesante. ¿Es una capilla universitaria un lugar de culto, o un espacio habilitado inconstitucionalmente en un terreno que debería ser aconfesional? Porque definirlo de un modo u otro resulta relevante a los ojos del Código Penal. Como bien argumentó hace unos años mi buen amigo José Ignacio Lacasta, catedrático de filosofía del Derecho de la Universidad de Zaragoza, y luchador incuestionado en favor de la modernización de una Universidad (en buena parte) casposa y protofranquista como la española, las capillas, como las mezquitas y las sinagogas, si las hubiere, han de permanecer cerradas al culto en cumplimiento del carácter aconfesional del Estado (art. 16.3 CE). Invocar en estos casos el Concordato o Acuerdo con la Santa Sede de 1979 que en su artículo 5 admite la posibilidad de realizar actos religiosos “católicos” en centros públicos universitarios, no muestra sino la inconstitucionalidad misma del Concordato por infracción del artículo 16.3 CE y del artículo 9 del Convenio Europeo de Derechos Humanos.
El culto religioso en un espacio universitario viola la libertad de conciencia de estudiantes, profesores y personal administrativo, el principio del pluralismo religioso e ideológico, y el principio de aconfesionalidad, neutralidad e imparcialidad ante el hecho religioso, que ha de regir siempre en la Administración Pública. Y viola, además, la autonomía universitaria (art. 27 CE y LO 6/2001 de 21 de Noviembre) que tiene categoría de derecho fundamental y que la Iglesia Católica y el (neo)franquismo han intentado embridar sin descanso.
Así que, amigos, la capilla de una Universidad, es un terreno en el que imperan las leyes aconfesionales del Estado y no el Derecho Canónico. Cuando Rita Maestre entró en la capilla de la Complutense, no entró en un lugar de culto, sino que estaba en una Universidad pública, en un centro dedicado a la docencia y a la investigación, y no a la oración; en un lugar en el que, por mandato constitucional, no debería haber ni capillas ni ceremonias religiosas. Y lo hizo ejerciendo su derecho a la libertad ideológica y de expresión, en un contexto de protesta política pacífica, que, sin duda, pudo ser perturbadora y molesta para algunos, pero que no puede entenderse necesariamente como una limitación o una violación de sus derechos. A muchos nos molestan también los “que se jodan”, las declaraciones enloquecidas contra las víctimas del franquismo, la “profanación” de la memoria de muchos desaparecidos del Régimen y su Transición, o las esvásticas nazis que figuran en algunos pasos de Semana Santa…y no por eso montamos en cólera, ni esperamos con desesperación la actuación de oficio de la Fiscalía. Y es que, pese a quien pese, ni la Universidad es una Iglesia, ni la democracia puede estar al servicio de los sentimientos y fanatismos de unos y de otros.

lunes, 15 de junio de 2015

- LA CRISIS Y LA REALIDAD ECONÓMICA FAMILIAR.

Ya somos abuelos ricos, hijos pobres y nietos pordioseros.

Entre pacto y pacto, se nos ha escurrido un titular brutal: por primera vez, los hogares más ricos son los de los jubilados, superando a los de las personas de entre 45 y 65 años.

“Abuelito dame tú…Abuelito, nunca yo de ti me alejaré”. No es una errata, los jóvenes de entre 16 y 29 años ni son Heidi –al abuelo más que pedirle consejo le piden dinero- ni se quedan al lado del viejo por amor, sino por necesidad. Muchos de ellos rondan los 30 años y están más que hartos de sablear al jubilata. Entre pacto y pacto, se nos ha escurrido un titular brutal: por primera vez, los hogares más ricos son los de los jubilados, superando a los de las personas de entre 45 y 65 años. Ya no hace falta esperar al futuro para cumplir una de las frases clásica de esta Gran Recesión: nuestros hijos vivirán peor que nosotros. Los jubilados españoles viven cada día con esta realidad, sus hijos son más pobres y sus nietos pueden ser o ya son pordioseros. 
Los datos los proporcionó esta semana el Instituto Nacional de Estadística y se refieren a los últimos cinco años, desde 2009 –cuando ya había estallado la crisis- hasta el 2014. En ese tiempo, mientras que los hogares de los pensionistas ingresaban 19,278 euros, los de sus hijos mayores (entre los 45 y 65 años) han bajado un 9,84%, hasta situarse en 19.168 euros, un lujo comparada con los 15.584 euros que tienen como renta media los jóvenes de entre 16 y 29 años, lo que se traduce en un desplome del 14,5%.
La frialdad de las cifras encubre el drama que encierran cada uno de esos números. Los abuelos no se han hecho ricos de pronto, así porque sí. Son “más” ricos porque los demás somos más pobres. Mientras que a ellos el gobierno de Zapatero o el de Rajoy o les congelaron las pensiones o les subieron un ridículo 0,25%, a sus hijos y nietos les han bajado el sueldo de forma brutal. En el mejor de los casos, porque lo más probable es que alguno de los hijos o de los nietos –o varios- estén en el paro, lo que ha convertido sus casas no en hogares de pensionistas sino en viviendas repletas de descendientes directos, que han transformado cada habitación en un remedo del camarote de los hermanos Marx.
A quienes mantienen que exageramos en ese escenario de hogares pequeños abarrotados, no hace falta más que invitarles a dar un paseo por las cifras de pobreza que cada día nos muestran organizaciones tan peligrosas como Cáritas o Cruz Roja. La pensión media en España está entorno a los 873 euros y la mínima en los 634,5. Las de lujo superan los 2.500. Ni que decir tiene que son auténticos privilegiados los abuelos que cobran por encima de los 2.000 euros, al igual que el matrimonio jubilado que tiene dos pensiones.
Que los abuelos españoles sean los más dinámicos en rentas y riqueza es otra demostración salvaje de la situación en la que nos han dejado las políticas dictadas desde Bruselas, desde la troika o el insaciable FMI. Siempre ejecutadas sin dudas por parte de los gobiernos españoles, que continúan cargando la debacle sobre las espaldas de esa clase media y baja que ahora vive de sus viejos y llevando a negro el futuro de los jóvenes. Para los aficionados al humor negro, el asunto tiene una ventaja. Nunca antes hubo nietos más compasivos en cuidados intensivos al anciano. Si el viejo la palma, se les acaba comer pollo una vez al mes.
Ahora que los nuevos alcaldes y concejales, los presidentes autonómicos y consejeros se van asentando en sus sillones, sería de sumo interés que se centren en todas las cuestiones sociales pendientes y prometidas, como esos hogares de viejos repletos de herederos de la miseria, donde no hay para pagar la calefacción en pleno invierno y los casos de colesterol por mala alimentación siguen subiendo en todas las edades. Pero además, tendrán que centrar sus luces también en el futuro. El Fondo de Reserva de la Seguridad Social se agotará en unos años. A partir del 2019 se jubilarán los “baby boom” de los años 60, por no recordar que en el 2050 la población con más de 65 años se doblará, algo que nos suena a ciencia ficción con el cortoplacismo en el que vivimos ahora. Pero el 2019 empieza pasado mañana y pasado mañana el número de viejos habrá disminuido por más que los embalsamemos.

sábado, 13 de junio de 2015

- RAJOY SE PREPARA UNA SORPRESA.

Rajoy se prepara una sorpresa.
Uno no recuerda precedentes que superen la inconsistencia que caracteriza el mandato del actual presidente del Gobierno. Es verdad que, desde que pisó la Moncloa, siempre ha actuado a la defensiva y a rebufo de los acontecimientos o de las indicaciones que le hacían desde Berlín, Bruselas o Francfort, siempre bajo sesudas y tranquilizadoras justificaciones:“tenemos que hacer lo que hay que hacer”, “no hay otra” o “pudo ser mucho peor”.
Pero nada comparable a la ausencia de iniciativa o, mejor dicho, la evidente falta de criterio que viene demostrando como estratega político tras el desastre electoral del PP en los comicios del pasado 24 de mayo y el pluripartidismo que dibujan los resultados. Repasemos sus propios anuncios:
1.- “No haré cambios, ni en el PP ni en el Gobierno”, proclamó Rajoy el 25 de mayo tras analizar los resultados con la plana mayor del partido.
2.- Iré tomando, poco a poco, las decisiones más convenientes para que el PP llegue a las generales en la mejor forma posible”, anunció apenas dos días más tarde, después de que varios barones territoriales se rebelaran anunciando sus respectivas retiradas y apelando a la necesidad de autocrítica y de asumir responsabilidades por el desastre electoral. 
3.- “Tenemos cosas que cambiar y lo haremos”, dijo el presidente el día 30 de mayo ante el empresariado catalán reunido en Sitges en las Jornadas del Círculo de Economía, donde añadió, eso sí, que los cambios no afectarán a la política económica. 
4.- “Los cambios, sean en el partido o en el Gobierno, se anuncian una vez que se han producido, como es perfectamente entendible”, ha comentado Rajoy cada vez que se le ha interrogado por la crisis de gobierno en las últimas dos semanas.
5.- “Los cambios se conocerán antes de que acabe este mes [junio]”, concretó el presidente el miércoles desde Bruselas. 
y 6.- "Que no se genere tanta expectativa...", ha declarado Rajoy este mismo jueves. "No vamos a cambiar las políticas y a partir de ahí se pueden sacar algunas conclusiones. Yo desde luego las expectativas no las he generado", ha añadido, no sabemos si para tranquilizar a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, a Cospedal, a los "mercados", a los ciudadanos o a nadie en particular. 
Un giro de 360 grados.
Como todo el mundo sabe, las crisis de gobierno son oportunidades que los líderes políticos intentan manejar con la mayor habilidad para sorprender al personal y reconvertir un problema en un tanto a favor. La mejor crisis de gobierno es la inesperada, o al menos la que contradice todas las quinielasque analistas y todólogos rellenan durante días o semanas. Suelen venir aliñadas de topicazos como “el presidente es el único que sabe…”, “sólo él tiene en la cabeza lo que va a hacer"... y por ahí hasta el clímax de la adulación: "es un artista en el manejo de los tiempos…”. (Lo dicen a menudo colaboradores y ministros desesperados con su jefe). Caben pocas dudas acerca de lo que habría dicho el PP si Zapatero hubiera tenido la ocurrencia deandar anunciando durante varias semanas cambios en el Ejecutivo. ¡Qué frivolidad! ¡El Gobierno paralizado! ¡La 'Marca España' por los suelos!  
En nuestra (más que joven) cuarentona democracia se recuerdan ya casos de tipos nombrados ministros de una cosa que terminaron en otra cartera en el último minuto sólo para que Felipe González pudiera presumir de su pericia como estratega. O la demostración de esa mezquina audacia tan propia de José María Aznar, cuando en 1999 dejó creer a todo el mundo que Elena Pisonero sería ministra, y ella estuvo toda una tarde recibiendo ramos de flores de felicitación de amigos y familiares, para quedarse luego compuesta y sin cartera.
Rajoy ha hecho tal despliegue de contradicciones y ha dado tan pocos pasos por iniciativa propia, tanto en el partido como en el Gobierno, que tiene atrofiada la capacidad de sorprender. Ya hemos escrito alguna vez sobre el perfil ecuestre de Rajoycomo político. En cualquier momento de las próximas horas o días, "antes de que junio acabe", anunciará unos cambios en el Gobierno y en el partido sobre los que él mismo rebaja las expectativas. (Tampoco había tantas). 
Es evidente que Rajoy no se cree la necesidad de los cambios que él mismo va a realizar. Dijo que no hacían ninguna falta, pasó a asumir que tenía un problema "de comunicación”, dejó luego filtrar que los cambios no serían meramente "cosméticos” y finalmente ha echado un jarro de agua fría a las expectativas creadas, en una especie de giro de 360 grados para volver al punto de partida. 
Puede que Rajoy termine dándose una sorpresa a sí mismo. Incluso un autosusto. Es un territorio sin explorar en el arte de las crisis de gobierno.
Jesús Maraña.

- LA TVE DEL PP.

Ese periodista a sueldo del PP, que vota al PP y que también miente para el PP.

El presidente de RTVE ha convertido la televisión pública de todos en otra televisión privada de su partido que seguimos pagando entre todos.

El problema no está en que el presidente de RTVE, José Antonio Sánchez, "vote al PP y vaya a seguir votando al PP"; eso es asunto suyo, como si no vota o se golpea con una piedra en un pie. Lo indecente es que haya convertido la televisión pública de todos en otra televisión privada de su partido que seguimos pagando entre todos. Y que lo exhiba sin pudor en el mismísimo Parlamento.
"RTVE, en el desarrollo de su actividad, no adoptará posicionamiento ideológico más allá de la defensa de los valores constitucionales", dice  el mandato legal al que está sometido José Antonio Sánchez y que incumple de forma flagrante, obscena, desnudando su soberbia en la sede de la soberanía nacional. ¿Alguien se imagina al presidente de la BBC en el Parlamento británico despreciando a un diputado de la oposición y a los ciudadanos que representa mientras presume de que él vota al partido en el Gobierno? Yo no.
El presidente de RTVE no solo vota al PP: también cobró del PP. José Antonio Sánchez aparece en los papeles de Bárcenas. El tesorero del PP apuntó tres sobres a su nombre en la contabilidad B: algo más de un millón de pesetas entre 1994 y 1995. En aquella época trabajaba como periodista en ABC, como cronista parlamentario. Él mismo lo admitió recientemente ante el Congreso: “En una empresa privada yo podía compatibilizar mi trabajo y hacía trabajos para el Partido Popular. Eso es cierto”.
José Antonio Sánchez, eso también es cierto, informaba en su diario sobre el PP al mismo tiempo que cobraba del PP. Era, literalmente, un periodista a sueldo del PP. Lo sigue siendo hoy.
El presidente de RTVE –que llegó a la tele estatal después de hundir otra tele pública, Telemadrid– fue nombrado sin consenso por la mayoría absoluta del PP, cobró del PP, vota al PP y también miente para el PP. Lo hace a diario en unos informativos  cuyos propios periodistas denuncian como manipulados y lo hizo también en su última comparecencia en el Congreso, la misma donde presumió de voto, al asegurar que el hundimiento de la audiencia de la televisión pública es culpa de la herencia recibida, de “los socialistas”. Es falso.
La 1 era líder de audiencia cuando Mariano Rajoy llegó. Hoy es la tercera, a bastante distancia de Telecinco y de Antena 3. Todas las grandes cadenas generalistas han descendido en share en estos años por la sencilla razón de que ahora hay más canales, pero ninguna se ha desplomado tanto como TVE. Los informativos de La 1, bajo el PP, también han dejado de ser los más vistos, después de 65 meses como líderes. Al Telediario de la noche ya no solo le ganan sus equivalentes en las privadas; también pierde frente a 'El Intermedio', de La Sexta. No solo en audiencia: muchas noches, también en rigor periodístico, a pesar de que se supone que el Gran Wyoming presenta un programa de humor.
En la última noche electoral, el especial de La Sexta dobló en audiencia al que hizo la televisión estatal con muchísimos más medios. ¿La respuesta del presidente de RTVE? Despreciar a La Sexta: "TVE nunca lo hubiera hecho así" porque [la cadena pública] se mueve "en el mundo de las generalistas normales", aseguró. Y mostrarse "orgulloso" de un programa, el suyo, que para el propio Consejo de Informativos de TVE fue "un ejemplo de mala práctica periodística, manipulación progubernamental y falta de independencia".
Con todo, José Antonio Sánchez está cumpliendo con el encargo que recibió del Gobierno, que no tiene mucho que ver con recuperar ni la audiencia ni el prestigio ni la solvencia ni la independencia de RTVE; nadie en su sano juicio nombraría con ese objetivo a alguien que antes hundió en la irrelevancia a Telemadrid.
El actual presidente de la televisión pública está allí para apretar las tuercas a una redacción que durante los años de Fran Llorente aprendió que podía ser libre, y que ahora se resiste a claudicar. Sánchez ha vuelto para recuperar los modos y las técnicas de  U.R.D.A.C.I., los que llevaron a la tele a las condenas por manipulación informativa. José Antonio Sánchez estaba allí, era el director general durante aquellos años de propaganda que, sin embargo, no impidieron que el PP perdiese las elecciones.
Sánchez es también ese votante del PP que ha nombrado como director de RTVE en Catalunya al jefe de prensa del PP catalán. Sin complejos. Sin rubor.
Los tres Consejos de Informativos de RTVE –el de la radio, el de la tele y el de Internet– han pedido la dimisión de Sánchez. Dará exactamente igual. Ese periodista al servicio del PP seguirá al frente de la televisión gubernamental, que no pública. Que alguien como Sánchez sea el máximo responsable de RTVE deja claro cuál es el modelo que Mariano Rajoy querría imponer a todos los medios de comunicación, esos ingratos que “martilleamos” sobre la corrupción.
Dice el Gobierno que sus problemas son "de comunicación", pero no es una autocrítica: es una crítica a los medios que no se pliegan. Y Sánchez, y su manera de hacer televisión, es lo que entienden desde La Moncloa por resolver esos problemas. Es lo que querrían que fuesen todos los demás canales, especialmente La Sexta, una empresa privada a la que estos supuestos liberales presionan sin descanso.
Y este es el Gobierno que acusa a la oposición de querer poner las instituciones del Estado a su servicio, acabar con la libertad de prensa y pervertir la democracia. ¿Más o menos de lo que ya lo hace el PP?