domingo, 27 de abril de 2014

- MILAGROS RELIGIOSOS.

La Roma de los milagros.

La santidad te da derecho a hacer milagros y a un hueco con tu efigie en una hornacina de una iglesia, de tal manera que los creyentes todavía vivos puedan rezarte para que hagas de intermediario ante dios.

Francisco, "feliz" de proclamar la "santidad" de Juan Pablo II

Ya tenemos dos santos más: Juan XXIII y Juan Pablo II. Este domingo entran en el Canon (han sido canonizados), ese cuadro de honor donde se inscribe a los santos reconocidos por la Iglesia católica. Es lo más alto a lo que puede llegar un cristiano. Ni obispo, ni cardenal, ni siquiera papa. La santidad te da derecho a hacer milagros y a un hueco con tu efigie en una hornacina de una iglesia, de tal manera que los creyentes todavía vivos puedan rezarte para que hagas de intermediario ante dios. Solo tiene el inconveniente de que no puedes disfrutar en vida de los privilegios inherentes a tan alto nombramiento: antes hay que pasar por el incómodo trámite de morirse.

Para que te reconozcan como santo es necesario que una comisión de expertos nombrados por el Vaticano certifique que has hecho al menos dos milagros después de muerto. ¿Pero qué es un milagro? Según el DRAE, se trata de un "hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino". Un hecho, añado yo, casi siempre referido a una curación "milagrosa" y repentina de una enfermedad considerada incurable.

Cuando yo era niño me preguntaba por qué los milagros de los santos se referían siempre a problemas de salud y no, por ejemplo, de dinero. Mi madre acudía a misa todos los días, y además de pedir a sus vírgenes y santos favoritos salud para su familia, metía también en el paquete de solicitudes una ayudita de dinero para acabar el mes sin pasar hambre. Pero dios nunca le hizo aparecer en un cajón de su mesilla de noche un fajo de billetes de mil. Siempre le mandaba salud. Y eso a mi madre la ponía enferma. Una contradicción divina.

Cuando los investigadores descubren la manera de curar una enfermedad considerada hasta ese momento mortal, a eso se le llama ciencia, no milagro. Lo que tiene algún que otro inconveniente para las religiones. Más de la mitad de los cánceres ya tienen curación; las vacunas han erradicado epidemias devastadoras; la higiene generalizada ha salvado a la humanidad de millones de muertes prematuras. En vista de que el enriquecimiento repentino se considera robo o cohecho, y nunca una “intervención sobrenatural de origen divino”, sino la intervención de un extesorero listo, cuando la humanidad haya encontrado al fin remedio a todas las causas de enfermedad, ¡se habrán acabado los milagros, y, en consecuencia, los santos!

No sé qué tipo de enfermedades ha curado Juan Pablo II para haberse encaramado a los altares. Generalmente se trata de monjas de clausura cuya curación milagrosa fue certificada por científicos desinteresados: pongamos por caso, un par de médicos del Opus Dei. Milagros caprichosos de esa corte celestial que parece padecer un problema bipolar del comportamiento. Porque mientras el papa polaco, que en gloria esté, curaba a las monjitas de graves enfermedades dudosas, permitía que una cruz elevada en su honor en un pueblo italiano se desplomara sobre un piadoso joven de 21 años y lo matara instantáneamente, solo por haber acudido a pedirle un poco de salud, dinero y amor, supongo yo. No creo que le hubiese pedido que le matara allí mismo, por muy mal que le hubiese sentado la sustancia estupefaciente que se estaba fumando.

Horas antes, en la semana santa alicantina, la imagen de la virgen de los Dolores, bailada por vigorosos costaleros, se desplomaba sobre la cabeza de un nazareno que, desde entonces, ya no olvidará por qué la llaman la virgen de los Dolores. Casi le rompe el cráneo.

Lo que más me intriga de las curaciones sobrenaturales es cuánto duran sus efectos. En otras palabras: si se detectara un rebrote del cáncer mórbido en la monjita amilagrada, ¿se le podría retirar la santidad a Juan Pablo II, por falta de consistencia en sus milagros? ¿Es justo curarla hoy para dejarla morir el día de mañana, o el santo ya está obligado a mantenerla con vida milagrosamente para toda la eternidad?

Y no hablo por boca de ganso, porque ya hay antecedentes. ¿No os habéis preguntado qué fue de Lázaro, aquel al que Cristo resucitó después de ordenarle “levántate y anda”? Porque se supone que si lo ha resucitado, es para siempre, no iba a molestarse en sacar de su tumba a alguien al que iba a dejar morir años o días después. Eso sería de una crueldad infinita, impropia de los dioses.

Si alguien conoce a esa monja, que la alerte sobre el flaco favor que le ha hecho Juan Pablo II. El papa polaco se habrá salido con la suya, pero ella ha quedado marcada para siempre. Yo, concretamente, llevo años buscando a un tipo que responde al nombre de Lázaro, muy viejito, de unos 2.000 años de edad, vestido con un sudario blanco, y que habla raro, como en arameo. Si lo veis, decidle de mi parte que ya puede morir en paz. Que dios no existe.

Manuel Saco

jueves, 17 de abril de 2014

- CON LA IGLESIA Y LA BANCA TOPAMOS.

Con la iglesia y la banca topamos.

Escandaliza La Utopía, pero no el expolio de bienes perpetrado por la jerarquía católica.

           Mientras la cesión temporal del uso de ocho viviendas a otras tantas familias sevillanas que no tienen donde caerse muertas ha estado a punto de dinamitar el Gobierno andaluz, el robo de más de 5.000 bienes inmuebles por parte de la jerarquía católica ha pasado inadvertido para buena parte de la ciudadanía.
           La apropiación de viviendas, huertos, viñedos, fincas, solares, almacenes, garajes, ermitas, iglesias, catedrales y hasta cementerios, por parte de la iglesia, se ha hecho legalmente.
           La Ley Hipotecaria franquista de 1946 concede a los obispos el privilegio de inmatricular (registrar por primera vez) bienes que durante siglos han pertenecido al pueblo. Basta con su firma. Un privilegio ampliado en 1998 por Aznar, que incluyó entre los bienes que podían ser rapiñados los centros de culto. Como la mezquita-catedral de Córdoba.
           Por 30 míseros euros pagados en el Registro de la Propiedad, el obispado cordobés se ha hecho con la propiedad de una joya con 12 siglos de historia. Será difícil revertir ese robo. Porque de eso se trata: un robo, como coreaban, hace un par de semanas, los manifestantes convocados por la Plataforma pro mezquita.
          Este país tiene pendiente la asignatura de la religión católica. Iglesia y Estado se confunden. Estos días, alcaldes y concejales desfilan en miles de procesiones en representación de instituciones laicas. Un disparate.
           El escándalo protagonizado por el cardenal Rouco Varela en los funerales del expresidente Suárez ha animado al PSOE a proponer al Congreso una regulación laica de los actos de Estado. Que se reserven los actos religiosos al ámbito de lo personal y privado. Veremos que en qué queda.
          El abuso de los privilegios otorgados a la iglesia se resume en esos 5.000 bienes (según Europa Laica; 4.500, según el Registro de la Propiedad), que han pasado a sus manos en poco más de 10 años.
          Este despojo masivo de bienes públicos ha alcanzado tales proporciones que hasta el Gobierno católico de Rajoy ha decidido ponerle coto. En el anteproyecto de reforma de la Ley Hipotecaria que prepara se elimina ese increíble privilegio. Eso sí, la nueva ley entrará en vigor un año después de ser publicada en el BOE, lo que permitirá a la iglesia rematar su particular expolio.
            La sentencia de otro tribunal, el Constitucional, viene a echar más leña al fuego del problema de la vivienda. El Constitucional confirma la suspensión de la ley antidesahucios andaluza. Dicen que pone en peligro la solvencia del sistema financiero. Como siempre, gana la banca. Con ella y con la iglesia topamos.
           Mientras, auscultan la letra pequeña para decidir cuantos kilos de miseria acumulan ocho familias sevillanas para ver si son merecedoras de que les dejen usar provisionalmente una vivienda social. ¡Qué indecencia!

domingo, 13 de abril de 2014

- A POR LA III REPÚBLICA.

Las dos derrotas de la República.Eco Republicano En 2014 se cumplen 75 años de la caída de la Segunda República por un golpe militar de raigambre fascista. Un golpe que trajo una terrible dictadura, contraria a los más elementales derechos humanos, y que tumbó los avances en democracia, igualdad y libertad producidos ya en aquel régimen republicano que pretendía cambiar de raíz la España de la época.

Pero la República no sólo fue derrotada en 1939. También lo fue 35 años después, con ocasión del pacto de olvido en el que se legitimó la transición a la democracia y el régimen político actual, presidido por la Constitución de 1978. En efecto, una de las cláusulas que caracterizaron aquel pacto fue la de que cada parte “firmante” –antifranquistas y franquistas– renunciara a su pasado como instrumento de reivindicación política. Así, mientras los franquistas renunciaban a la dictadura, los demócratas debían hacer lo mismo con la experiencia republicana.

El papel del rey

Esta equidistancia entre dictadura y República se manifestó desde los primeros pasos del nuevo régimen político. Así, por ejemplo, los partidos que se negaron a renunciar a la denominación republicana (como Izquierda Republicana) no fueron autorizados a presentarse a las elecciones de 1977, las que dieron lugar a un parlamento que después se auto-transformó en constituyente. En el propio pacto de la transición está la negativa a preguntar a la ciudadanía sobre la forma de Estado: república o monarquía. Como el rey fue designado sucesor a la jefatura del Estado por el propio dictador en 1969, el proceso de transición se condujo según los intereses que mejor convenían a la monarquía. El proceso fue tan exitoso que, una vez asentado en el trono, el monarca no consideró necesario jurar o prometer la Constitución; algo que sí había hecho, y hasta dos veces, con las leyes fundamentales franquistas (1969 y 1975).

La derrota republicana durante la transición se sella de forma definitiva en el texto constitucional de 1978, donde se omiten referencias a su antecedente más inmediato: la Constitución de 1931. Tan sólo se encuentra una, no explícita y en una disposición transitoria, relativa a los territorios que en el pasado hubiesen plebiscitado proyectos de estatuto de autonomía (Cataluña, Euskadi y Galicia). Este silencio refrenda el objetivo de los llamados “padres de la patria”, los constituyentes de 1978: asentar la legitimidad del actual sistema político en el propio proceso de transición y no en la Segunda República. Este fue uno de sus “éxitos”.

El desprecio por la República se acentúa según se consolida el régimen. Se despliega toda una política de Estado dirigida a desprestigiar la República, negando la existencia en ella de una auténtica cultura democrática, rechazando sus avances en igualdad y derechos, o tildándola de estalinista. Asimismo, se equiparó a los golpistas y al gobierno legítimo, denominándoles “los dos bandos” y calificándoles por igual de fanáticos o extremistas.

Lo curioso –o quizá no tanto– es que en este viaje coinciden los revisionistas “neofranquistas” con notables intelectuales del régimen de 1978 (Santos Juliá y José Álvarez Junco). Mención propia merece Juan Linz, el “padre” de la moderna ciencia política española, quien trabajó para que la dictadura franquista fuera calificada internacionalmente no de “totalitaria”, sino de meramente “autoritaria”. Por su parte, los juristas apologetas del régimen de 1978 contribuyen a descalificar la Constitución de 1931: muchos la rechazan por “excluyente”, al optar por un Estado laico, frente al texto actual, más “incluyente” e integrador.

Todavía hoy se siente con fuerza esta campaña antirrepublicana. Son contadas las aulas universitarias en las que se explica su Constitución o su cultura política. Tampoco en la educación no universitaria estas enseñanzas cobran la relevancia que deberían tener en la formación de una ciudadanía necesitada con urgencia de conocer su pasado y de consolidar una cultura de derechos humanos. El desprecio queda patente cuando se rechaza incorporar hitos republicanos en el catálogo de fiestas oficiales. O cuando se conmemora la Constitución de Cádiz de 1812 –esclavista, recuérdese– como hito democrático español y espejo en el que mirarse, en vez de tener una mirada más cercana.

La cultura de la transición trajo consigo la segunda derrota de la República; esta vez, por los descendientes de quienes la hicieron sucumbir por primera vez. Hoy, cuando esta cultura y el régimen político a que dio lugar se encuentran en profunda crisis y cada vez son más las voces que reclaman un proceso constituyente basado en una ruptura democrática, urge reivindicar y servirse para ello de la experiencia republicana.

Rafael Escudero Alday es profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid

viernes, 11 de abril de 2014

- MAESTR@.

Conversación de un padre con su hijo:

Ahora, que va quedando poco tiempo para que abandone mis quehaceres en la escuela, os dedico estas palabras de un verdadero padre a su hijo, demostrando que “maestro” no es cualquiera, pues para ser maestro hay que valer, sentirlo, amarlo, llevarlo en la sangre y eso no lo puede decir todo el mundo. Yo que llevo en la escuela desde el año 1978 y desde 1982 en clase de Pedagogía Terapéutica (antes Educación Especial) lo sé muy bien y por eso comparto el pensamiento de este padre, pocos como él, y que sirva de ejemplo para los demás.

Hoy he tenido que hacerle un justificante a mi hijo, para su maestro del Colegio, justificando su falta de asistencia, porque ha estado en el médico. Evidentemente, la he redactado correctamente, dirigiéndome a él de usted, e iniciando el escrito con un "Estimado Sr. Maestro".
Cuando mi hijo la ha leído, se ha quedado pasmado, preguntándome que porque escribía un simple justificante, con tanta corrección, que solamente se trataba de un justificante para el maestro, y ha añadido "ni que fuera el presidente del gobierno".
Y le he respondido lo siguiente:
Querido hijo, posiblemente, un maestro, es una de las pocas personas en este mundo, a las que debes respeto, ya que de él depende, que tu futuro, sea el de una persona educada, y con conocimientos.
De él dependen, también, los presidentes de gobierno, y cualquier otra profesión, de su trabajo dependen, en resumen, todas las personas que nos encontraremos en nuestra vida, y de él depende, el concepto que esas personas a su vez, tengan de nosotros.
Presidente de gobierno, puede ser cualquiera, como puedes ver en los últimos tiempos.
Maestro, solo pueden ser unos pocos, únicamente, los dispuestos a llevar una vida de entrega y esfuerzo, inculcando valores y conocimientos al bien más preciado de un padre: sus hijos.
Sin mirar, cedo mi puesto al maestro, durante gran parte del día, para que colabore con tu educación, pero JAMÁS, permitiría que un presidente del gobierno lo hiciera.
Es por eso, que le demuestro respeto, y afecto. Si este justificante, fuera para un presidente de gobierno, posiblemente ni siquiera lo escribiría, porque a un presidente de gobierno, a cualquier presidente de cualquier gobierno, le importa poco tu educación.
Me ha mirado sonriendo, y me ha dicho "tienes razón".

domingo, 6 de abril de 2014