miércoles, 25 de mayo de 2016

- ROBAR Y SER LADRÓN.

En qué se distinguen robar y ser un ladrón.
ONADOS
“Algunas cosas hace falta verlas para no poderlas creer”.

Robar y ser un ladrón no son la misma cosa. Las dos están mal, constituyen un delito y no tienen un pase, pero se distinguen en que la primera define un acto y la segunda a un tipo de persona. Si las llevas a un extremo, una incluso se puede deber, en algunas ocasiones, a la necesidad, mientras que la otra es siempre producto de la ambición, que ya se sabe que lo mismo puede ser una virtud que un vicio, servir igual para alcanzar las metas que para pasarse de la raya. Ahora que nos encontramos de nuevo a tiro de piedra de unas elecciones generales, sospecho que para que alguien vote en junio al Partido Popular, antes tiene que haber decidido que la formación conservadora pertenece al primer caso, es decir, que es cierto que en sus filas hay algunos forajidos de guante blanco, varios delincuentes con mando en plaza y docenas de salteadores de caminos, pero que no son los peces gordos que se podría pensar, a la luz de sus cargos y sus responsabilidades, sino que se trata nada más que de “esos señores”, como los suele llamar el presidente del Gobierno, personas que iban por libre en la calle Génova, desvalijaban a su aire, de espaldas a la superioridad, traicionando a quienes creían en ellos y cuando tomaban un sobre lleno de billetes invisibles para Hacienda, por poner un ejemplo, lo hacían convencidos de que todo era perfectamente legal, un pacto entre caballeros, de esos que se firman con un simple apretón de manos, con la particularidad de que en su caso una de ellas dejaba en la otra un sobre lleno de dinero negro. "Nadie se dio cuenta", lo juran, pero es difícil de creer. "¿Por qué no viste el pájaro / que volaba / en tus ojos?", pregunta el poeta venezolano Rafael Cadenas en su último libro, En torno a Basho y otros asuntos, recién publicado por Pre-Textos.

Los jueces, por fortuna, no son tan inocentes y suelen basar sus sentencias en hechos. Y la verdad es que las pruebas e indicios cada vez dejan ver una radiografía más oscura del PP, donde la corrupción parece haber sido el principio y el fin de todas las cosas, hasta el punto de hacer que el partido haya sido imputado en su conjunto, todos para uno y uno para todos. Ahora ya no se trata, por tanto, de esos presuntos tiradores solitarios a los que se suele referir Mariano Rajoy en la parte de sus discursos que se entiende; ya no se reduce todo a las aventuras de los Bárcenas y Barberás, Granados y Fabras, Matos, Matas y Ratos, sino que la Audiencia Nacional ha dado diez días al PP para pagar 1.245.154 euros como responsable civil subsidiario en el caso de la caja B con la que, entre otras muchas cosas, pagaron la reforma de su sede en Madrid. Ellos dicen que todo eso nunca existió y de ahí no los mueves ni con una grúa. Para demostrarlo, una de sus nuevas dirigentes, Andrea Levy, insiste en que la contabilidad secreta es un invento, que la documentación que demuestra lo contrario es falsa y que aunque “desde luego” se depositará esa cantidad, “en ningún caso se trata de una condena o una multa”. ¿Será por la misma razón que el despido de su tesorero no era tal cosa sino una indemnización en diferido? Las hemerotecas aún recuerdan a la autora de esa frase, María Dolores de Cospedal, afirmando que “el total de la obra figura en la contabilidad del partido. El total. El total”. Pues se ve que no, y ahora habrá que ver de dónde saca ese dinero el PP y si en ese escondite hay más. Y, en cualquier caso, parece una buena noticia para los ciudadanos que en esta ocasión, igual que acaba de suceder con la multa de casi trescientos mil euros impuesta a los dos últimos alcaldes populares de Vitoria por las pérdidas que sufrió la ciudad a causa de algunas de sus decisiones, los partidos o sus dirigentes deban pagar por las pérdidas que causen sus decisiones, sobre todo si son arbitrarias y están tomadas para beneficiar a unos pocos y en detrimento de la mayoría.

Para redondear su lunes negro, ayer otro juez decidió abrir juicio oral contra 23 personas físicas y 13 jurídicas como responsables civiles por la pieza separada del caso Gürtel que se refiere a la visita del papa a Valencia en 2006, que hay quien lo mismo saca tajada de Dios que del diablo, y resulta que entre los acusados figuran el ex presidente de las Cortes valencianas, el ex director de la televisión pública de la Comunidad y Correa y sus secuaces, los mismos que le pagaban parte de la boda de su hija a Aznar y fueron a echarse un bailecito en El Escorial con la familia. El auto del magistrado es demoledor, porque los delitos que les imputa son los de asociación ilícita, falsedad documental, prevaricación, blanqueo de capitales, fraude a las administraciones y a Hacienda, malversación continuada de caudales públicos, cohecho... "Denles una ciudad y ellos la llevarán donde nadie la encuentre", escribe Rafael Cadenas.

Y finalmente, por ahora, la Fiscalía también pide para los jefes y cargos políticos del PP en Colmenar Viejo penas de entre dos y tres años y medio de cárcel, por dar licencias urbanísticas por encima de la ley y de los informes técnicos que las desaconsejaban, que si las calles de la dictadura eran de Fraga, las de la democracia son de sus herederos. O eso creían. Uno de ellos, el alcalde de la ciudad en activo, es miembro del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, junto a la secretaria general del PP, y ambos fueron nombrados para el puesto, este mismo verano, por la presidenta Cristina Cifuentes. Van cayendo piezas, el edificio se derrumba y en nosotros se abren las mismas interrogaciones que en otro de los textos de En torno a Basho y otros asuntos: "¿Quién habita / donde nada / queda en pie?"

Igual creían que sumando una ley mordaza a la financiación ilegal, nadie les iba a quitar la silla y nadie se atrevería a protestar. Por suerte, siempre se equivocan en el mismo punto: menosprecian a los españoles porque los consideran súbditos y nada más. Pero somos mucho más que eso y ha podido tardar más o menos, pero ha empezado otra época en la que los de siempre ya no van a estar al mando. Algunos, de hecho, donde van a ir no es al Congreso, sino a la cárcel. Ya lo verán.
Benjamín Prado.