En 10 días, se resolverá la incógnita sobre el color que cubrirá el mapa andaluz: azul o rojo. Desde hace meses, las encuestas dan ganador al conservador Javier Arenas. Las últimas, y más solventes (CIS), ponen en duda que consiga la mayoría absoluta.
Hace 16 años, la situación era idéntica a la de hoy. Arenas partía como favorito en los sondeos frente al candidato socialista Manuel Chaves. La dura realidad fue muy otra: Arenas perdió. Fue su segunda derrota en dos años y aún tendría que añadir una tercera (en 2008) ante el mismo contrincante.
En esta ocasión, Arenas se enfrenta a un nuevo adversario, José Griñán. Será la cuarta y última oportunidad que tenga de conquistar la presidencia de la Junta. Porque nadie aceptaría que, si pierde, repita dentro de otros cuatro años.
Es sorprendente que estos datos no aparezcan en la, por otra parte, extensa biografía oficial de Arenas en la web del PP. Es cierto que todos tenemos tendencia a ocultar nuestros fallos y resaltar nuestros aciertos. No resulta sin embargo éticamente aceptable que un político de tan larga trayectoria (su primer cargo político lo ocupó en 1979, ¡hace 33 años!) oculte datos tan fundamentales como haber sido candidato a la presidencia de la comunidad de la que dice estar perdidamente enamorado. La mejor tierra del mundo, afirma.
Por el contrario, quienes redactaron ese perfil almibarado resaltan éxitos que no le corresponden, o al menos, no al 100%. Por ejemplo, cuando se señala que durante “su gestión [como ministro de Trabajo, cargo que le ofreció Aznar tras su derrota de 1996] destacan los numerosos acuerdos alcanzados con los sindicatos y la patronal, fruto de los que nacen logros como el Pacto de Toledo por la garantía de las pensiones”.
Es fácil comprobar que el Congreso de los Diputados aprobó casi dos años antes, y “de forma unánime, el documento de Toledo” (EL PAÍS, 7 de abril de 1995). Joaquín Estefanía, en su monumental libro La larga marcha. Medio siglo de política económica (Editorial Península, 2007) escribe: “En abril de 1995, todas las fuerzas parlamentarias firman el Pacto de Toledo, propiciado por el Gobierno socialista y muy especialmente por su último ministro de Trabajo, José Antonio Griñán, un estudioso de los problemas de la Seguridad Social”.
¡Qué casualidad! Los dos principales aspirantes a presidir la Junta comparten el indudable éxito de haber alumbrado y consolidado el Pacto de Toledo, que ha garantizado la salud de las pensiones.
Esta historia, la del perfil biográfico de Arenas, no es baladí. Muchos ciudadanos de buena fe, que dudan si votar al candidato de la derecha, se preguntarán si pueden confiar en alguien que oculta datos clave de su trayectoria política.
Un candidato que retuerce y manipula argumentos. El último ejemplo, el debate en Canal Sur. Arenas afirma que fue “echado” del debate. La verdad es otra: Arenas huyó de su cita con Griñán y Valderas porque no sabe cómo defender la brutal política de recortes de su jefe Rajoy.
Un candidato y un partido que ofrecen dialogo, pero que aprueban en solitario y por sorpresa la más dura reforma laboral de la historia, mientras denigran a los sindicatos. Un candidato que cuenta con el firme apoyo de la patronal, de la jerarquía católica y de los poderes financieros. Un candidato, en fin, que representa a la derecha eterna y que nos devuelve a la España de pandereta y sacristía.
Un candidato que, sabedor de que su victoria pende de unas décimas, esta vez no va de prepotente, como en 1996. Arenas afirma que ahora se ha dado “un baño de humildad”. Para muchos, lo que en realidad ha hecho el candidato de la derecha es vestir con piel de cordero al lobo popular que destroza a dentelladas el Estado de bienestar allá donde gobierna.
Ramón Orozco. El País.com
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