Jueces blindados.
05/02/2024
https://blogs.publico.es/david-bollero/2024/02/05/jueces-blindados/?doing_wp_cron=1707133154.4949419498443603515625
El juez Manuel García Castellón ha abierto la caja de Pandora. Con sus polémicas actuaciones, cuestionadas incluso por los fiscales conservadores de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, se pone encima de la mesa si la judicatura ha de ser intocable. ¿Por qué los y las magistradas han de estar blindados contra la crítica, como parece defender la judicatura? ¿De veras opinar sobre sus actuaciones pone en riesgo la división de poderes o más bien su estatus quo elitista?A nadie le agrada que terceros critiquen su
trabajo. Los jueces no son una excepción, pero no por ello deben permanecer en
una urna de cristal, protegidos de cualquier crítica. La valoración de
sus actuaciones no debería representar problema alguno; no acatar sus
sentencias sí, pero no es el caso. Nuestro estado de derecho y la
división de poderes se basan precisamente en eso, en el respeto a las
decisiones judiciales, su acatamiento, algo que no es incompatible con la
crítica a esa sentencia.
A pesar de esta obviedad, la judicatura se siente
estos días agraviada, aunque no son pocos sus miembros que asisten atónitos a
la actuación de alguno de sus colegas. Tiene razón el Consejo General del Poder
Judicial (CGPJ) en afirmar que existen mecanismos, como los recursos y las
apelaciones, si no se comparten los fallos judiciales, pero de nuevo nos
topamos con otra obviedad: ¿acaso no se puede emitir una crítica al
tiempo que se recurre una sentencia?
Por otro lado, este argumento es de ida y vuelta, es decir, en lugar de soliviantarse tanto cuando se emiten críticas, la judicatura debiera pensar que son precisamente esos recursos y apelaciones, juzgados por sus propios colegas, la mejor defensa a la crítica. Son como una suerte de golpe en la mesa acallando la sala, pues la ratificación de una decisión judicial suele bajar la temperatura de la crítica. Además, cuando no se produce tal ratificación y se modifica sustancialmente una sentencia, apenas se dirige la mirada al juez que falló inicialmente. Son precisamente todos estos recursos ganados los que más incentivan la crítica legítima.
Por otro lado, con su mandato caducado desde hace años, el CGPJ no
está para dar muchas lecciones de moralidad, aunque sus magistrados anden ahora
agitados buscando formar un bloque compacto que les blinde a las
críticas. No recuerdo tal frente común cuando otro juez instructor,
José Castro, investigaba a Iñaki de Urdangarín y la infanta Cristina por el
caso Nóos y fue cosido a críticas desde los sectores más
conservadores. Pareciera que unos jueces importen más que otros o, quizás,
quienes desequilibran la balanza de la igualdad son las personas imputadas...
es algo sobre lo que el CGPJ debiera reflexionar.
Las decisiones judiciales han de respetarse y
acatarse hasta que la Justicia no diga lo contrario. Ese es un principio
democrático básico que absolutamente nadie ha puesto en cuestión. Así
pues, quienes pierden tiempo y energía tratando de impedir el
escrutinio público de las actuaciones debieran trabajar su capacidad de
frustración. Aplicar la ley no es un ejercicio automático, es decir,
no siempre una acción A lleva a una sentencia B; requiere interpretar tanto la
ley como los hechos que se someten a ella. Si juzgar los hechos estuviera
sujeto a una rigurosa objetividad, bastaría un puñado de computadoras para
agilizar el atasco judicial que sufrimos. Así pues, esta necesidad de
interpretación justifica la existencia del mismo juez, pero del mismo modo e
inevitablemente abre la puerta a la crítica legítima.
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