lunes, 15 de marzo de 2010

- EL ÚLTIMO MAESTRO REPUBLICANO.

Dedicado a tod@s aquell@s maestr@s que no pudieron ejercer su profesión por sus ideas políticas y que fueron represaliados por la dictadura franquista.

15Mar 2010 . Félix Población

Es significativo y sabido que el de los maestros fue uno de los colectivos más represaliados por el franquismo. Hace cinco años, cuando ya quedaban muy pocos en pie, el PSOE y la UGT rindieron a los maestros republicanos un tardío homenaje. No podíamos imaginar entonces que un lustro más tarde no sólo uno de ellos se encuentra entre nosotros, sino que sigue ejerciendo su oficio a la edad de 93 años en un colegio público de Murcia.

Se llama José Castaño. Estudió su carrera durante la República. En esos años se ganó los que pasó en la cárcel después de la victoria franquista. Cuando fue fusilado el poeta García Lorca en Granada, Castaño organizó una lectura pública de poemas en la citada ciudad. Finalizada la guerra, fue acusado de reafirmación marxista. Después de dos años y medio en prisión, José Castaño se dedicó a trabajos ajenos a la enseñanza.

Sólo volvió a la escuela una vez muerto Franco. En 1975 reconocieron la validez de mis estudios -dice-, aunque me obligaron a repetir una parte. Cuando llevaba nueve años trabajando, cumplí los 67 y me llegó la jubilación forzosa. Como lo de enseñar me estaba gustando mucho, pregunté si podía continuar y me dijeron que sí, pero sin firmar actas.

Comenta José Castaño que no podría vivir sin ir cada mañana a impartir sus clases. Quizá por la deuda que la historia tiene con él a lo largo de 36 años, ha querido prorrogar su actividad de un modo insólito hasta casi una edad centenaria. No sabemos lo que pensarán los alumnos de su anciano profesor, pero nuestra memoria democrática debería saber explicarles por qué está ahí y por qué la mayor satisfacción de su vida es precisamente ésa.

Quizá baste recordar para ello por qué un día de su lejana mocedad, cuando aprendía el oficio que sustenta la razón de su existencia, salió a la calle para recitar poemas de un poeta asesinado por quienes luego le dejaron sin escuela. No basta que el colegio de Murcia donde José sigue ejerciendo su oficio lleve su nombre. Los nombres hay que llenarlos de memoria: la de José Castaño y la de todos aquellos que, como él, fueron apartados de la profesión que constituyó su fe de vida.

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