domingo, 8 de noviembre de 2009

- LA CAIDA DEL MURO DE BERLÍN

El triunfo de la libertad

El ex canciller, figura clave en la unificación de Alemania, cuenta los pasos dados para lograr la unidad de su país, un camino que siempre vio en paralelo al de la unidad europea

De entre nuestros aliados europeos, sólo uno estuvo desde el principio a favor de la unidad: Felipe González

Durante décadas, el muro de Berlín no sólo desgarró familias, una ciudad y un país en dos partes, lo que ya es bastante malo. También era un símbolo de la guerra fría. Representaba la división de Berlín, de nuestro país, de Europa y del mundo en una parte libre y en una no libre.

Finalmente, el muro cayó de forma completamente pacífica, sin un tiro, sin derramamiento de sangre. Fue como un milagro. La protesta pacífica de las personas de la República Democrática Alemana (RDA) había ido cobrando impulso de forma lenta, pero continuada, a lo largo de los meses; y finalmente, era ya incontenible. El obstinado régimen del Partido Socialista Unificado (SED) de la RDA, que hasta el último momento había rechazado reformas fundamentales, fracasó por la voluntad de libertad de las personas, tal como Konrad Adenauer, el primer canciller de la República Federal de Alemania (RFA), había pronosticado hacía 40 años.

Después de la caída del muro, en noviembre de 1989, no iba a transcurrir ni siquiera un año hasta que alcanzáramos la reunificación en paz y libertad, con la aprobación de nuestros socios y aliados en el mundo. El 3 de octubre de 1990 pudimos celebrar el día de la unidad alemana. Fue un triunfo de la libertad.

Nuestros vecinos y socios europeos vivieron la caída del muro y la perspectiva de la reunificación alemana como una conmoción. Muchos contaban con que la unidad alemana llegaría, pero no mientras vivieran, ni desde luego en aquel momento. Por tanto, la caída del muro fue levemente inoportuna para la mayoría de ellos. (...) De entre nuestros aliados europeos, sólo uno estuvo desde el principio firmemente a nuestro lado: el presidente del Gobierno español, Felipe González, que ni un solo minuto permitió que surgiera la duda de dónde estaba su lugar. Margaret Thatcher fue la más franca entre los adversarios de la unidad y afirmó: "Prefiero dos Alemanias a una". También dijo: "¡Hemos derrotado dos veces a los alemanes, y aquí están otra vez!". La jefa del Gobierno británico, que finalmente, comprendiendo la inevitabilidad del proceso, dejó de cerrarse a la reunificación de nuestro país, había apostado equivocadamente por que Gorbachov jamás aceptaría la pertenencia a la OTAN de una Alemania unida. En esto, al menos en un principio, estuvo de acuerdo con François Mitterrand.

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