jueves, 16 de julio de 2009

- ESCALONCITOS.

Este artículo de opinión se publicó el día 13 de julio en el Diario de Andalucía y por su interés lo publico ahora íntegramente.

Los escaloncitos.

13/07/2009 10:11:33

Si se fijan, rara es la película de miedo en la que no aparecen unas escaleras. Siempre han sido un elemento muy socorrido para crear tensión. De las escaleras surgen ruidos raros, sombras indefinidas, siluetas extrañas y, puestos a sacarles partido, en más de una ocasión son el lugar del crimen. No creo que Francisco Camps, cuando habló de los escaloncitos que le quedaban para salir con bien del lío en el que está, pensara en una película de miedo, pero realmente lo es.
Mientras no se demuestre lo contrario, el presidente de la Comunidad valenciana es inocente y así hay que considerarlo en tanto un juez, en sentencia firme, no diga lo contrario. Se podrá discutir si el delito de "cohecho impropio" es un delito razonable, en la medida que sólo lo comete quien recibe y no quien da. Se puede alegar también que si se pusiera la misma lupa en otros muchos, es más que probable que fueran muchos los que se verían en la escalera y, desde luego, se puede discutir cuál es el límite de lo que razonablemente se puede aceptar como regalo y qué son regalos y que son otras cosas. Podemos debatir si un jurado, como se prevé para el delito de "cohecho impropio", puede tomar decisiones sin considerar que no está contaminado.
¿Alguien puede creer que, si llegado el caso, el señor Camps se ve ante un jurado éste no esté contaminado a favor o en contra? ¿Puede el fiscal, a mitad de recorrido, imputar por el famoso caso de los trajes también a quien supuestamente los ha regalado de manera que el delito que se le pudiera imputar a Camps sea el de cohecho puro y duro? La gravedad de este delito es muy superior a la del delito de "cohecho impropio", ya que está penado con cárcel e inhabilitación. Todos los debates se pueden abrir y todos se pueden plantear pero a la espera de que esto ocurra, la escalera por la que transita Camps sugiere algunas reflexiones.
La primera de ellas es que en política no hay como la transparencia y agarrar el toro por los cuernos. Cuanto mejor le hubiera ido a Camps explicar, por ejemplo, que la ropa se la paga él y, salvo que se tenga factura en mano, añadir que se le ha podido pasar, que no recuerda bien y que lo mirará y si ha habido error, rectificar sobre la marcha. "Yo me pago los trajes", afirmó de manera tajante y a partir de ahí silencio, hasta que llegó ante el juez y éste, a juzgar por el auto dictado, no se lo creyó. Aún así y a día de hoy, el señor Camps es inocente mientras no se demuestre lo contrario, como lo es, por cierto, el alcalde de Zaragoza que va por la vida de imputado. Ocurre, sin embargo, que quienes ejercen el poder tienen un plus de exigencia que nada tiene que ver con el Código Penal.
Si la transparencia es importante, mucho más lo es no caer en el error del "colegueo". En política no se pueden tener "amigos", no se puede formar "pandillas". Entra en el precio del poder ese punto de soledad que te garantiza el control de tus propias acciones, que te evita sorpresas desagradables. El poder es un buen reclamo para los desaprensivos y los avariciosos, por eso quien lo ejerce debe saber blindarse ante los afectos no acreditados. Debe ir en solitario, viajar en solitario y hacerse los trajes en la sastrería de la esquina, en la de toda la vida, para evitar el verse metido en una escalera tenebrosa. La cosa no debe ser fácil porque quien más quien menos ha tomado el sol en el yate de un importante empresario, crea puesto de trabajo para su hermano o viaja con "colegas" dejando a los niños en casa. Los políticos deberían tener a su lado a un doberman que les enseñara los dientes y les dijera, "por ahí, no".
En la escalera, agarrado a la barandilla por si algún escalón cruje, está el PP. Pendiente de los escaloncitos de Camps y de los escalones de Bárcenas, que en los últimos tiempos ha optado por citar a periodistas a los que da toda clase explicaciones documentadas sobre su patrimonio. Ser rico no es delito y ambos, Camps y Bárcenas, son inocentes mientras no se demuestre lo contrario, pero ambos han hecho caso omiso de ese plus de transparencia, ajeno al Código Penal, pero exigible cuando de política se trata. Para ellos y para todos, porque son pocos, muy pocos, los que se pueden poner exquisitos y a lo mejor, pocos, muy pocos los que resistirían la lupa a la que ha sido sometido Camps. Pero le ha tocado como consecuencia de un "colegueo" que en política resulta, además de peligroso, inadmisible.

Charo Zarzalejos

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