Cuando esta mañana temprano veía la prensa en internet y leí la noticia de la muerte de Francisco Javier Herrezuelo Arroyo, dije otra muerte más y van...
No sé cuantas muertes tendrá que ocurrir más, en parecidas circunstancias, para que se hagan estudios serios sobre las posibles causas de estas muertes repentinas, casi sin motivos aparentes, de gente joven, muy joven diría yo. Con todo el dinero que mueve el fútbol, profesional o amateur, ya se podría dedicar una parte a sufragar esos estudios y a ver si de una vez por todas se encuentran las causas que lo motivan y deja de ser noticia.
Francisco Javier murió haciendo lo que le gustaba: jugar al fútbol, era un chico muy joven: 22 años, sano, muy sano, según sus allegados, pero ese fatídico domingo, en su pueblo, en su campo, le llegó la hora anunciada y la descarga fatal recorrió su cuerpo y le partió el corazón, y aunque fue atendido por un doctor presente en el partido y posteriormente por el servicio de urgencias, nada pudieron hacer por salvarle la vida.
Ahora se hablará mucho del tema, como el de Antonio Puerta o el de Mesa, jugador que pertenecía al Bonares C.F. allá por los años 80, que también fallecieron en parecidas circunstancias, se hablará de la conveniencia de tener desfibriladores en los campos de fútbol, como pedía ayer Eduardo Herrera, presidente de la federación andaluza de fútbol, cuando ellos no se han preocupado casi nada de sus instalaciones federativas en la Orden en Huelva, que hasta hace muy poco tiempo eran tercermundistas.
¿Evitarían esas muertes los desfibriladores en los campos?
¿Quién pagaría esos costes?
¿Quién los manejaría?
Son preguntas que tienen pocas respuestas o muchas, según se mire.
No quiero extenderme más sobre el tema sólo dar mi más sentido pésame a la familia y amigos de Francisco Javier y a su Club Olímpica Valverdeña C.F.
Descanse en paz Francisco Javier.
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