Felipe y la GAL viva.
DAVID TORRES MAYO 27, 2024
Es
raro que Felipe González no acudiese a dar la barrila entre
los fruteros que el domingo fueron a la Puerta de Alcalá. Estaba Fernando
Savater, pobre hombre, que cada vez parece más Leticia Sabater; estaba Núñez
Feijóo, que cada vez parece más Harold Lloyd colgado de un reloj; y estaba Díaz
Ayuso, a la que cada día que pasa le gusta más la fruta. Es la frase por la que
pasará a la posteridad, encubriendo ese "hijo de puta" que dirigió al
presidente del Gobierno con su mejor estilo barriobajero, mientras que el número con que la recordarán por los siglos de los siglos es
7.291. Dice que le gusta la fruta, sí, pero lo que la vuelve loca
son los fiambres y los chorizos.
Felipe
pudo haber ido a la Puerta de Alcalá de telonero perfectamente, pero hacía
demasiado buen tiempo como para desaprovecharlo y además ya les había hecho el
trabajo sucio el jueves en El Hormiguero. El
problema de llevar a Felipe a El Hormiguero es
que a estas alturas casi no hay manera de distinguirlo de Trancas y
Barrancas, las dos hormigas de peluche que dan la réplica a los
invitados, más que nada por las paridas que suelta. Como buen jarrón chino que
es, el expresidente no se prodiga mucho por las televisiones, pero cualquier
día de estos Iker Jiménez le dedica un especial de Cuarto Milenio, un documental esotérico sobre la
metamorfosis de Felipe en una cara de Bélmez.
A
una semana de distancia del primer centenario de la muerte de Kafka, habrá que
recordar que, en el caso de Felipe González, metamorfosis no hubo ninguna, si
acaso un cambio de chaqueta: de la pana a la corbata de seda, del socialismo
callejero al psocialismo psicológico, de las reuniones en la clandestinidad a
los consejos de administración de las hidroeléctricas. Felipe lideró la
reconversión industrial acallando a los sindicatos con
la mano izquierda y repartiendo juego en el sector financiero e inmobiliario
con la derecha, sin olvidar que el principal objetivo era
reconvertir al bueno de Isidoro en una industria de sí mismo. Umbral dijo que
un académico es un señor que se transforma en sillón, pero Felipe se transformó
en sillón sin necesidad de pasar por la Academia.
En
1993 Umbral publicó La década roja, un
libro donde, entre otras lindezas, dice: "FG es el nuevo Franco movido por
los mismos poderes, de las Koplowitz a los yanquis". Poco antes, citaba al
banquero Alfonso Escámez: "Mira, Umbral, con Franco no podíamos salir de
España porque nos llamaban fascistas. Con Felipe, tengo sucursales en toda
Europa. Cómo no voy a estar con Felipe". Lo de Gregor Samsa despertándose
convertido en un escarabajo es una mierda al lado de la metamorfosis de Felipe
González, un tipo que dirigía el país desde una mesa de billar y que cambió a
Karl Marx primero por Groucho Marx y luego por Chico y por Harpo. En la
entrevista del jueves sólo le faltó la bocina y salir pedaleando en monociclo.
Pablo
Motos perdió
la oportunidad de preguntarle por la ropa interior,
uno de sus temas favoritos, así que nos quedamos sin saber si Felipe lleva
calzoncillos de cuello vuelto. Motos tiene de periodista lo que yo de
arzobispo, por lo que tampoco podíamos esperar que le preguntara por los GAL,
por la cal viva o por qué los indultos a los independentistas catalanes le
parecen un atentado contra la Constitución y los indultos a Barrionuevo o
Griñán un ejemplo de salud democrática. Nos vamos a quedar sin saber
quién es el señor X, lo mismo que nos quedamos sin saber quién
diablos será M. Rajoy. Por consiguiente.
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