El
barco del Gobierno hace cada vez más agua.
El
golpe de gracia a Montoro puede dárselo el ABC: que un medio tan de
derechas haya entrado en rumbo de colisión con La Moncloa solo puede
indicar que en el PP empiezan a abrirse fisuras importantes.
Día tras
día, sin faltar uno solo, durante la semana se han sucedido las
malas noticias para el Gobierno. La reprobación del ministro
Montoro, las críticas a la ausencia del anterior Rey en la ceremonia
de los 40 años del 15-J, el artículo del New York Times sobre
Cataluña, el crédito para pagar las pensiones y las nuevas
tensiones entre Ciudadanos y el PP son hitos destacados de esa
crónica. Pero siendo muy pesada esa nueva carga que se acumula a la
que ya lleva Rajoy en sus alas, lo peor para sus intereses es que en
su horizonte no aparece ninguna percha a la que pueda agarrarse para
tratar de salir del agujero en el que está cayendo.
No es
fácil decidir cuál de las citadas noticias es la más relevante. El
efecto de todas ellas no es ocasional y pasajero y puede agravarse
con el paso del tiempo. Empezando por la reprobación de Montoro. Que
es mucho más que una sanción moral por parte de toda la oposición.
Porque, demostrando que su voluntad de actuar unidos empieza a ser
algo más que un brindis de cara a la galería, al día siguiente de
la misma el PSOE y Podemos se han negado a sentarse en la misma mesa
que el ministro reprobado. Y han venido a decir que seguirán
haciéndolo hasta que no dimita o sea cesado.
Tal vez
eso no sea suficiente para que Rajoy lo deje caer. Entre otras porque
si decide cesar a Montoro no tendría más remedio que cargarse
también al ministro de Justicia, igualmente reprobado. Pero el golpe
de gracia puede dárselo el ABC. No solo porque son muy graves las
acusaciones de tráfico de influencias por parte del titular de
Hacienda que ha publicado el ultraconservador diario madrileño, y
sobre las que sigue dando caña día. Sino porque el que un medio tan
de derechas haya entrado en rumbo de colisión con La Moncloa solo
puede indicar que en el frente del Partido Popular empiezan a abrirse
fisuras importantes.
El ataque
contra Montoro nace seguramente de alguna querella muy concreta, que
el firmante de esta crónica desconoce por el momento pero que puede
no ser ajena a la rivalidad existente entre el titular de Hacienda y
el de Economía. Pero sea cual sea, la tensión ha llegado al punto
en que ABC ha decidido saltar a la arena. Y eso solo ha podido
ocurrir porque intereses y fuerzas conspicuas, de la derecha y
posiblemente del poder económico, han creído oportuno dar un serio
toque de advertencia a Rajoy. Y eso sí que es políticamente muy
relevante.
También lo
es que distintos personajes de la derecha manifestaran su desacuerdo
tajante, y justamente al término de la sesión, con que el rey
emérito Juan Carlos no hubiera sido invitado a la celebración
de los 40 años del 15-J. Porque el Gobierno y el propio Rajoy no han
podido ser ajenos a esa decisión. Sugiriéndola o no oponiéndose a
que se llevara a la práctica en el caso de que la iniciativa hubiera
partido de la Casa Real.
En las
últimas cuatro décadas son excepcionales, y nunca del todo
tajantes, las ocasiones en las que la Corona ha hecho o dicho algo,
cuestiones privadas aparte, que no haya sido negociado con el
Ejecutivo o visado por este. Es de suponer que en esta ocasión no se
ha roto la norma. Y lo más probable es que ambas instancias hayan
coincidido en que lo más conveniente era que la presencia de un
personaje tan controvertido como el rey emérito no desluciera con su
presencia un acto concebido para ensalzar las bondades de la
Transición y para proclamar su validez como guía de acción para
nuestros días. Aun a costa de ocultar la corrupción, los graves
problemas del modelo de Estado o la desigualdad social que marcan la
realidad presente.
Ese
planteamiento ha sido un error de parte a parte. Y se ha vuelto en
contra de quienes lo idearon. Porque la injustificable ausencia de
quien fue protagonista destacado de lo que se homenajeaba fue la
noticia con las que abrieron todos los periódicos del día
siguiente. Y no el acto. La causa del rey Felipe, y seguramente la de
la Monarquía, no ha ganado mucho con eso. Y encima los críticos con
Rajoy en el PP –los que se conocían y alguno nuevo– han tenido
una ocasión para que les escuchen.
El líder
de la derecha tiene motivos para estar preocupado. Por lo anterior,
pero también porque la izquierda empieza a trabajar conjuntamente en
contra de él y, aunque sea difícil prever en qué va a terminar ese
entendimiento, está claro que en ese conglomerado el PP no va a
encontrar ya ninguna posibilidad de acuerdo hasta que se celebren las
próximas elecciones. Encima parece que Ciudadanos se está poniendo
gallito de verdad. Su amenaza de no apoyar el techo de gasto para
2018 que propone el Gobierno a menos que se rebaje el IRPF parece que
va en serio y, en última instancia, eso podría interpretarse como
que el partido de Rivera vislumbra que el año que viene puede ser el
último de Rajoy.
Pero se
dirá que al líder de la derecha le queda Cataluña, la posibilidad
de que el referéndum por la independencia le convierta en el
salvador de España y haga que se olviden sus cuitas. No es para nada
seguro que eso ocurra. Faltan aún tres meses para el 1 de octubre y
en ese periodo, por muchas vacaciones que haya de por medio, pueden
ocurrir muchas cosas. Y más después de esa fecha, cuando llegue la
hora de tratar de arreglar el desaguisado y el presidente del
Gobierno vuelva a mostrar la misma incapacidad en ese asunto, o su
debilidad frente a los más duros de su partido, de la que hecho gala
en los últimos años.
No puede
descartarse que, antes o después, si Rajoy no modula algo su
intransigencia frente a las reivindicaciones catalanas –que no son
sólo las de los independentistas– algunos de los que se supone que
van a apoyar sin rechistar sus más duras medidas contra el
separatismo, entre ellos el PSOE, empiecen a poner pegas o se lo
piensen dos veces. Aun no siendo el oráculo de Delfos, el New York
Times y sus prudentes recomendaciones en la materia son un indicador
en este sentido. Aunque sólo sea porque lo dice en su editorial lo
ha escuchado en alguna parte. En Barcelona, pero también en Madrid.
Como
remate de la semana llegaba la noticia de que el sistema de pensiones
ha pedido 6.000 millones de crédito al Gobierno para pagar la extra
del verano. La cosa no sería gravísima si no fuera porque quiere
decir que la política económica de Rajoy es un fracaso. Porque los
bajos salarios –y bajas cotizaciones– y un crecimiento con una
tasa de productividad cada vez más baja no dan para sostener las
pensiones. Y por muchas declaraciones tranquilizadoras que haga el
Gobierno, eso llega a la conciencia de los jubilados. Más de uno de
los que votan al PP estará inquieto.
En
definitiva, que no solo la corrupción o el desmadre institucional
están haciendo que el barco del PP embarque cada vez más agua. Va a
seguir navegando. Pero su recorrido tiene un límite. Y este empieza
a delinearse en el horizonte.
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