Al Capone cometió
todos sus sucios negocios y crímenes con tapaderas (empresas de quita y
pon sin su nombre, testaferros, sicarios, cabezas de turco....) que
impidieron juzgarlo por lo que todo el mundo sabía (era un mafioso de la
peor calaña que dirigía una organización criminal ídem), pero que
abrieron una grieta para meterlo en la cárcel -"Como sea, señor Ness"-
por evasión de impuestos. Once años de cárcel. Nada más, pero lo
suficiente para acabar con el mito del millonario escurridizo y el
asesino impune.
La metáfora -admito hipérbole por el
agrandamiento de la comparación: no se le conocen al presidente del
Gobierno crímenes de sangre como tal- es inevitable en el caso del Rajoy
testigo de la corrupción del PP, testigo de la 'trama Gürtel'.
- "Hacemos lo que podemos" significa lo que significa.
- Sé lo que significa, hasta ahí llego.
- Es opinable...
- No opine.
- Sé lo que significa, hasta ahí llego.
- Es opinable...
- No opine.
Claro que el PP hizo lo que pudo. Podrían
preguntar a Trillo, por ejemplo, muñidor de la estrategia o la intriga
judicial del PP; a Alfredo Prada, el consejero fiel... aunque no puedan
citar al difunto juez Pedreira o a José María Aznar, el presidente de la
boda de los invitados encarcelados, imputados y/o un largo etcétera. Al
expresidente lo han marginado de este asunto, quizá porque consideran
que bien desahuciado está políticamente. Se me escapa el motivo, pero a
Rajoy, también...
Digo: y tanto que se hizo por Bárcenas (y otros/as); se hizo todo lo que se pudo. Mucho.
Pero también el presidente lleva razón en su
estrategia. Es muy difícil probar que Rajoy conocía la caja B del PP,
que cobró sueldos de dudoso origen (él y sus dirigentes pueden
declararlos a Hacienda tantas veces como quieran, pero eso no garantiza
su impoluta procedencia) y que sabía que Villar Mir y otros de la misma
quinta y blindaje histórico donaban cantidades sonrojantes al PP por la
puerta de atrás a cambio del derecho de pernada pública: las obras ídem
me las 'beneficio' yo.
Rajoy no conocía -digo- el detalle de
financiación de cada uno de los grupos municipales de su partido en los
8.000 ayuntamientos, ha dicho. Sólo faltaba. Los/as directores de
periódicos tampoco conocemos hasta el último teletipo que se publica en
nuestro medio, pero la responsabilidad de todo lo que sale es nuestra.
Sin matices.
Rajoy conocía un sistema, una organización
financiera perfectamente engrasada y tan antigua como los partidos
mismos; al menos, como Alianza Popular: tú me das y yo te favorezco
desde las instituciones con contratos públicos en cuanto llegue al
gobierno. Es tan sencillo que duele pensar que los ciudadanos lo ignoren
o pueda engañárseles sobre ello. Y eso exactamente busca Rajoy.
Con todo, contrariamente a la percepción
inmediata y diaria que recibimos (el PP sigue ganando las elecciones),
el daño que la corrupción está haciendo al partido del Gobierno es
palpable. Mucho más lento de lo que deseamos quienes vemos en la
corrupción política la peor y más detestable de las amenazas
democráticas, sin duda. Pero empieza a sentirse, gracias (o 'pese a') el
trabajo de jueces y periodistas (o 'pese a', también).
Rajoy no acabará en Alcaltraz-Soto del Real,
pero hoy, pese a los privilegios que le da su siempre bien aprovechado
cargo en La Moncloa, ha comparecido como testigo de corrupción de un PP
imputado. ¿Fue ignorante, fue negligente o fue cómplice? ¿Vio o no vio?
¿Consintió o no? Todos los estados citados son suficientes para acabar
con su carrera política escurriéndose por la puerta de atrás y, aunque
es verdad que en cuestiones de corrupción vamos muy lentos, es más
verdad todavía que la gente cada vez aguanta menos y está mejor
informada. Saben que el PP -como el PSOE de González en su día- se
financió de forma ilegal y logró el poder en buena parte gracias al
'dopaje' de campañas electorales infladas con dinero negro y propaganda
contra los adversarios políticos prefabricada desde las instituciones
que el PP nunca llegó a abandonar.
Rajoy sabía y mandaba, como Al Capone; no
es casual tampoco que, como el 'capo' de Chicago, se pueda escurrir de
la responsabilidad penal de los presuntos crímenes imputados a sus
exdirigentes (blanqueo, cohecho, apropiación indebida, falsedad
documental...) Es parte de una forma de actuación que, como partido
político, salvaguarda (intenta) la reputación de sus líderes en pro de
la marca, la supervivencia y las militantes generaciones posteriores.
Ahí están, hasta ahora, los rasgados de vestiduras cuando se critica a
Felipe González o al franquista Manuel Fraga.
La diferencia, ahora, es que el sucesor/a
de Rajoy será del PP (claro), pero no podrá mostrarse como examigo del
'narco' Marcial Dorado o hacerse "la rubia". También los votantes y
militantes del PP tienen un límite, créanme. Y ése -hoy- es el punto de
inflexión.