domingo, 25 de enero de 2015

-REGADÍOS EN EL ENTORNO DE DOÑANA.

Doñana, regadío y el caso de Matalagrana.

JUAN PEDRO CASTELLANO.25.01.2015

En este principio de año que parecía arrancar con unas expectativas positivas para el sector agrícola de los municipios de Doñana, con la reciente aprobación del llamado Plan Especial de la Corona Forestal, estamos asistiendo a una situación muy difícil para varios agricultores y empresas situados en la finca conocida como Matalagrana. Una situación que en nada parece coherente con el propio marco establecido por el plan y que, desde mi punto de vista, aunque se sitúe fuera del ámbito de competencias del espacio natural, merece una reflexión y un llamamiento a la cordura.
Doñana es un Parque Nacional y un Parque Natural, pero también es Patrimonio Mundial y Reserva de la Biosfera de la Unesco, forma parte de la Red Europea Natura 2000 y de los Humedales de Importancia Internacional de la Convención Ramsar.
Creo que a estas alturas nadie duda de la importancia de Doñana como espacio natural a escala europea e incluso mundial, y tampoco que este hecho, desde hace años, es considerado como un valor positivo por la población de los municipios.
Creo, igualmente, que nadie duda que la agricultura es una actividad estratégica y primordial para este territorio, para la actividad económica, el empleo y, en definitiva, la vida de las gentes de estos pueblos.
Remontándonos décadas atrás, es cierto que las grandes iniciativas públicas de finales de los 60 y principios de las 70 del pasado siglo en materia de turismo litoral, desarrollo agrícola y protección de la naturaleza están en el origen de las tensiones posteriores, al carecer de un planteamiento integral en los modelos de ocupación del territorio; pero es cierto también que en los últimos 20 años hemos asistido al crecimiento y consolidación de un espacio protegido que, no sólo mantiene, sino en algunos casos mejora los valores ambientales que motivaron su declaración; a la normalización de las relaciones entre Doñana y su entorno socioeconómico; a la consideración, desde la sociedad, de Doñana como un valor y no como un problema; al desarrollo de una agricultura puntera tecnológicamente y en la que tiene cada vez más peso la agricultura integrada y la ecológica.
A pesar de todo ello, está claro que queda camino por recorrer y que en las últimas ocasiones en que se ha realizado un diagnóstico completo del territorio, como en el Plan de Ordenación del Territorio del Ámbito de Doñana, se ha identificado una urgente necesidad de poner orden al crecimiento desordenado de la agricultura intensiva y de reducir las extracciones de aguas subterráneas. Para ello, se había previsto elaborar un Plan Especial de Ordenación de Regadíos que afectaría a un ámbito amplio de los términos municipales de Almonte, Rociana, Lucena, Bonares y Moguer y que debería poner orden para garantizar el futuro de Doñana y el de la agricultura.
En este escenario, a los que miran la situación desde el extremo del posible crecimiento infinito de la agricultura de regadío, habría que recordarles que el mantenimiento y el futuro de una agricultura rentable, con proyección en los mercados exteriores y generadora de empleo, pasa por garantizar los necesarios caudales ecológicos para el acuífero, los cauces y el propio espacio natural de Doñana.
A los que mantienen que nada se ha hecho para compatibilizar la agricultura con el espacio natural, habría que recordarles la evolución de la superficie inicialmente prevista para el Plan Almonte Marismas, las más de mil has. retiradas del cultivo en los 90 del pasado siglo en las inmediaciones de la Rocina, los esfuerzos realizados para reducir los consumos de los cultivos, la elaboración y aprobación del plan mencionado y las obras ejecutadas y en proyecto para contribuir a la sustitución de aguas subterráneas por aguas superficiales.
Después de un largo trámite para su elaboración, el pasado diciembre se ha aprobado definitivamente el Plan Especial de Ordenación de Regadío ubicados al Norte de la Corona Forestal de Doñana, comúnmente conocido como Plan de la Corona. El plan pretende ordenar una realidad compleja y por ello su tramitación ha sido también compleja, pero ha establecido las reglas de juego, ha determinado qué zonas pueden ser regularizadas y cuáles no.
Aprobado el plan, que ha sido elaborado por la administración competente en Ordenación del Territorio, debe ahora ponerse en práctica con rigurosidad y con plazos realistas, aplicándose las medidas en él previstas de todas las administraciones implicadas, actuando el órgano de cuenca (Confederación Hidrográfica del Guadalquivir) en coherencia y trasladando a la sociedad, con transparencia, los avances en el cumplimiento de los objetivos marcados.
La gestión de las acciones necesarias, la definición de cómo y en qué plazos se deben cumplir los objetivos es fundamental para que lo que se debe hacer sea sensato y positivo, de verdad para Doñana.
Abordar estas acciones con atajos, en nombre de Doñana, al margen de las previsiones de la planificación, provocando una fractura social en un contexto, conseguido en los últimos 20 años, de armonía y buena relación entre el espacio natural y la población que desarrolla su vida en el entorno del espacio protegido no puede ser bueno para Doñana.
La situación que se está viviendo actualmente en la zona de Matalagrana merece, por todo lo expuesto, una mención especial. Se trata de una finca pública inicialmente incluida en el Plan Almonte Marismas y, por ello, con la infraestructura de riego realizada por la propia administración. En la primera mitad de la década de los 90, en un contexto de impulso a una política de desarrollo sostenible favorecido por la Cumbre de Río y el Dictamen de la Comisión de Expertos en Doñana, dos administraciones (agrícola y local) impulsaron un proyecto experimental dedicado a la agricultura ecológica e integrada y se instalaron en ella los agricultores para llevarla a cabo. En estos 20 años de historia, se han conseguido logros importantes en agricultura integrada y, especialmente, en ecológica y las empresas de aquellos colonos experimentales tienen una producción que supone el 90% de la producción ecológica de España de fresas y demás berries.
Pero justo en la semana en que se aprobaba definitivamente el Plan de la Corona, los agricultores de Matalagrana tuvieron conocimiento de una decisión judicial que, además de imputarlos, ordenaba, como medida cautelar, la clausura inmediata de los pozos y ello, sin tener en cuenta que se trata de una iniciativa pública, que la finca quedaba catalogada como regable en el Plan Especial y que los agricultores habían realizado ya la inversión para la campaña.
Es evidente que hay que actuar para solucionar los problemas del agua en Doñana y que hay que hacerlo ya, pero no al margen de las previsiones del plan, no de cualquier forma, no a cualquier precio, porque, utilizando un símil clínico, los efectos secundarios del tratamiento serían para Doñana más perjudiciales que los posibles beneficios de las medidas.
En el caso de Matalagrana, con todo el respeto a las decisiones judiciales, creo que todo el que pueda hacer algo para evitar este disparate, para las empresas, para la agricultura integrada y ecológica y, sobre todo, para Doñana, debería hacerlo con toda la urgencia posible.
Ni el esfuerzo realizado por todos en los últimos años, ni la aprobación definitiva del Plan de Ordenación de Regadíos, ni el nuevo escenario para el futuro merecen situaciones como la que viven es este momento los agricultores de Matalagrana, al menos, no en nombre de Doñana.

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