Acochinados.
Lo he tenido que mirar en el diccionario de la RAE porque la primera idea que se me vino a la cabeza fue distinta. Una señora como la vicepresidenta del gobierno no podía estar diciendo eso. Pero lo dijo: “no podemos acochinarnos”, refiriéndose a la situación del PP, al parecer frente al empuje de los populismos. Acochinar, según el diccionario, quiere decir quedarse sin movimiento en el juego de las damas, es decir, que tu adversario no te deje mover de tu casilla, te ahorques, diríamos. Podemos, esa especie de fiera parda democrática que acumula, aparte de un millón y pico de votos, todos los males que quepan atribuirse a alguien proscrito en la España de hoy, con su populismo, parece que está poniendo en riesgo el apacible reinado de Rajoy, apenas perturbado por una oposición débil. Porque la política no consiste, según Sáenz de Santamaría, en dar lo que el pueblo quiere oír, sino lo que haya que hacer. Y eso es lo que hacen los muchachos de Podemos, dice. Es decir que su partido cuando pone en marcha su ley del aborto, de seguridad ciudadana, de elección directa de alcaldes o sus medidas de austeridad y recorte de los servicios públicos no lo hace para que les guste al pueblo sino para todo lo contrario, aunque algunos de los suyos salten de alegría cuando su PP hace lo que quieren oír que hace, identificados con su línea más extrema. Podemos no tiene programa, dicen, quizá pensando que es mejor y menos bolivariano, ganar unas elecciones sin programa, ocultando su agenda y no haciendo lo que prometieron que iban a hacer. En fin que contando con todo ello, Sáenz de Santamaría pide a los suyos que no se acochinen ante el empuje de los populismos, que salgan de su casilla y demuestren que ellos son de todo menos populistas. Que son responsables y si el pueblo no lo es, porque vota a Podemos, y además no es dócil, allá ellos. Pero tiene razón Soraya en una cosa, un partido de gobierno como el suyo, no debe estar acochinado, aculado en tablas, en términos taurinos, porque eso significa que no sabe o no puede moverse. Rajoy tampoco debería estar acochinado en asuntos clave de estado, como en la cuestión catalana, porque estar acochinado es lo peor que le puede pasar a un gobierno o a un presidente, por inútil y pernicioso para la democracia.
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