A continuación reproduzco un artículo de Ramón Orozco publicado en la edición de Andalucía de El País y en el que retrata muy bien, a mi entender, la política y actitud del PP ante la situación económica y política actual.
Este fin de semana, Sevilla se tiñe de azul. De azul gaviota. Las huestes del Partido Popular, con su gran capitán al frente, toman la ciudad.
Faltos de ideas y de programa (si lo tienen, lo ocultan), con sus líderes mal valorados en las encuestas, a pesar de que sus siglas aparezcan momentáneamente como favoritas, los populares han tenido que echar mano de su guía, su líder máximo, su referente histórico e ideológico, ¿su caudillo?: José María Aznar.
Será Aznar, el flamante consejero de Endesa, quien inaugure la Convención Nacional del PP que reunirá a más de 3.000 dirigentes del partido en la capital andaluza. Preparan el asalto electoral, municipal y autonómico, de mayo.
Estarán los presidentes autonómicos, los barones y muchos de sus alcaldes. Habrá premios para los munícipes que mejor se hayan portado. ¿Estará entre ellos el alcalde de Alhaurín el Grande?
Premian las buenas prácticas municipales, una de ellas "favorecer el desarrollo urbano y rural". ¿Y acaso no promovió Juan Martín Serón el urbanismo en su pueblo? Claro que, según el fiscal, cobrando una pasta a cambio de licencias ilegales. Por ello, le piden cuatro años y medio de cárcel. Un detalle sin importancia para el PP.
De las tres ponencias a debate, la referida a las instituciones está resuelta. Intervendrán los presidentes autonómicos, a los que Aznar ya les ha marcado el camino: hay que modificar el Estado de las autonomías, "porque España no da para tener 17 instituciones". Dice más. Afirma que el Estado español es "marginal". Las comunidades lo han despojado de competencias, por lo que "no es viable ni política ni financieramente".
La derecha española vuelve al huerto en el que pastaba en la transición. Nunca le gustó el Estado de las autonomías, ni los llamados nacionalismos periféricos, ni el café para todos, como demostraron en Andalucía al oponerse frontalmente al 28-F.
La derecha no cree en el autogobierno. No le gusta la democracia descentralizada, aquella que se organiza de abajo arriba. Han pasado del España se rompe a la España inviable. Terminarán en lo suyo de siempre, la España Una, Grande... y del PP.
No les gusta, salvo cuando no les queda más remedio que tragar. ¿Recuerdan la tajada de Estado que entregó Aznar a vascos y catalanes en 1996 para que apoyaran su investidura? Seguro que Rajoy y Arenas se acuerdan: formaron parte de su gobierno. Aquellas competencias cedidas fueron tan sustanciosas para los nacionalistas que Xavier Arzalluz pronunció esta ya histórica frase: "He conseguido más en 14 días con Aznar que en 13 años con Felipe González".
Se habla mucho de la reforma del Estado autonómico. Incluso los socialistas hablan de la necesidad de revisarlo. Pero revisar su funcionamiento, sus duplicidades, controlar el gasto. Aznar y los suyos reman en otra dirección: quieren adelgazarlo (Rajoy), podarlo (Cospedal). En palabras de Ramón Jáuregui, ministro de la Presidencia, quieren "recentralizar, renacionalizar" el poder.
Rajoy y Arenas están de acuerdo con el gran líder. Asumen el documento que el pasado año alumbró FAES, cerebro ideológico del PP desde donde Aznar imparte consignas. Pero no les escucharemos ni una palabra estos días de cónclave sevillano que pueda incomodar a sus posibles electores. En especial a los dudosos. Al voto fronterizo. En Andalucía, al andalucismo residual. Porque, ¿se imaginan a Arenas diciendo que quiere menos competencias si llega a la presidencia de la Junta?
Aznar lo dice porque ya es de otra galaxia. Él mismo lo reconocía la pasada semana en León: "Voy a hacer un poquito de Aznar". Lo hizo y pronunció recias (y rancias) palabras, como esas de recuperar "una gran fuerza para la nación española".
Firmes. ¡Qué viene Aznar!
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