Hipócritas, indecentes.
ROMÁN OROZCO 29/10/2009 El País.
Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad.
Esta frase de Bertolt Brecht la recordaba el lunes Manuel Cobo, vicealcalde de Madrid, en la entrevista que publicaba este periódico y que dinamitó la ya maltrecha relación entre los dirigentes del PP Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón.
La lucha por el poder entre ambas facciones es descarnada. Ya no se esconden. El navajeo para hacerse con el control de Caja Madrid está siendo retransmitido en directo. Ignoro en el momento de escribir este artículo el desenlace de la contienda. Da igual. La basura ya está esparcida y el mal olor contamina toda la ciudad.
Por cierto: ¿se acuerdan de la feroz campaña del PP acusando a Chaves de querer politizar las cajas cuando el entonces presidente andaluz proponía una gran caja? Esto de Caja Madrid, ¿qué es, señor Arenas?
Vuelvo a Brecht, porque al trío dinero, poder y corrupción sobre el que reflexionaba la pasada semana hay que añadir un nuevo concepto: la hipocresía, ese fingimiento de los verdaderos sentimientos que desemboca en la indecencia.
La mancha de la corrupción se extiende por el mapa autonómico. A los últimos puntos negros de Mallorca (casos Palma Arena y Unió Mallorquina), Andalucía (El Ejido, Almogía), Cataluña (caso Palau de la Música) o Gürtel en sus variantes madrileña, valenciana y castellanovieja, se suma la cuarta ciudad catalana: Santa Coloma de Gramenet. Esta vez, los detenidos y enjaulados por orden de Garzón son del Partido Socialista de Cataluña (PSC) y de Convergència i Unió (CiU).
O sea: hay corrupción en todos los lugares, en todos los partidos. Pero la hipocresía y la indecencia políticas se han instalado en las entrañas del sistema y algunos pretenden confundir al ciudadano.
Ayer, el Congreso de los Diputados volvió a dar un lamentable espectáculo: socialistas y populares compitieron en el reparto de basura mientras aprobaban una iniciativa contra la corrupción. Como el día va de citas, aportemos ésta del mexicano Carlos Fuentes: "¿Qué político serio no ha tragado mierda? ¡Es parte de la profesión!". (La voluntad y la fortuna).
Por estas tierras del sur, las dosis de hipocresía crecen tanto como el número de afectados por la gripe A. Algunas muestras: Javier Arenas rechazaba los presupuestos del Gobierno andaluz, incluso antes de ser hechos públicos. Dijo que Andalucía es la comunidad que paga más impuestos y la que tiene peores servicios. ¿Los peores? Que compare Arenas la situación de la sanidad pública o la implantación de la Ley de Dependencia aquí y en la Comunidad de Madrid que preside su correligionaria Aguirre.
La hipocresía política afecta también al PSOE. Por ejemplo, en El Ejido. Es inexplicable que se vendiera como un "pacto de progreso" el acuerdo para controlar la Diputación entre los socialistas y el minipartido del alcalde encarcelado Juan Enciso. La actuación claramente xenófoba del edil en los sucesos del año 2000 contra los inmigrantes magrebíes, descalificaba políticamente a semejante personaje (14 años alcalde del PP). Ahí es donde hay que demostrar que los principios están por encima de los beneficios inmediatos.
Asumamos que es imposible erradicar totalmente la corrupción. Siempre que haya una caja cerca, habrá alguien tentado de meter su mano en ella. Pero no podemos aceptar que seamos comprensivos cuando quien se lleva la pasta es de los nuestros y ser implacables cuando es del bando contrario. No podemos aceptar, por ejemplo, que ahora el PP elogie al juez Garzón por detener al alcalde socialista de Santa Coloma y lo insulte cuando descubre a los corruptos del PP incrustados en la trama Gürtel.
Sigamos a Brecht, digamos la verdad y denunciemos la hipocresía política. Caiga quien caiga.
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