sábado, 8 de noviembre de 2014

- HAY QUE ECHAR AL PP DEL GOBIERNO.

El objetivo prioritario debería ser echar al PP del Gobierno.

España no va a salir del agujero sin acabar con la alianza que existe entre ese poder económico y el Gobierno del PP.

Carlos Elordi

Rajoy propone "una nueva rebaja de impuestos" para la próxima legislatura

Rajoy, a su llegada al último Congreso de Economía Familiar.

El momento político español está marcado por tres elementos: el ascenso de Podemos, la crisis catalana y el deterioro creciente y seguramente imparable del PP. Los tres están muy interrelacionados, son también causas y efectos de los demás y todo indica que lo seguirán siendo en el inmediato futuro. Pero posiblemente el más determinante, el que más claramente podría provocar un cambio del escenario político es el camino hacia el desastre, y quien sabe si hacia la descomposición interna, que ha iniciado el PP.

Empieza a haber demasiados indicios de que esa marcha es imparable. Porque el PP parece incapaz de hacer frente a ninguno de los problemas que le aquejan y porque no se vislumbra de donde podría sacar recursos milagrosos para hacerlo. Ya ha entrado en la fase, de tan tristes recuerdos para el PSOE, en la que propios y extraños no muy lejanos creen que la solución es echar a Mariano Rajoy. Pero esa idea, más que un remedio, es sólo un síntoma de hasta qué punto la situación empieza a ser dramática dentro del partido. Porque indica el líder está perdiendo la confianza de los suyos, tras haber perdido en medida abrumadora la de la gente. Y eso, más pronto o más tarde, terminará en una crisis de resultados imprevisibles.

Sin embargo, ahí no puede radicar la solución en un partido como el PP. En una formación de otro tipo, en la que existieran fuertes corrientes organizadas, el relevo en el mando de una por otra podría darle nuevos bríos. Pero en el Partido Popular no hay nada de eso. Todo lo contrario. El principal esfuerzo de Mariano Rajoy, su gran prioridad desde que fracasó en las elecciones de 2004, que renovó tras la derrota de 2008 y que explica no pocas de sus decisiones políticas como jefe del gobierno, ha sido la de la anular las maniobras que se han venido orquestando para echarle, la de buscar apoyos para sobrevivir.

Está claro que lo ha conseguido. Y ese es su mayor mérito. Aunque el precio que los demás hemos tenido que pagar por ello no es precisamente pequeño. Consiguió el apoyo de la iglesia católica a cambio de la ley del aborto y de las reformas de la enseñanza de Wert. Obtuvo el plácet de la banca y de las grandes empresas a cambio de una política económica y fiscal y de unas reformas que a éstas les han venido muy bien pero que no han ayudado a mejorar las terribles condiciones que sufren buena parte de los españoles. Se puso a los pies de Angela Merkel y ha venido aplicando sin rechistar sus órdenes con tal de evitar que Berlín pudiera criticarle lo más mínimo y también para que, muy de vez en cuando, la canciller, hiciera algún elogio a su gestión. Ha hecho barbaridades con Cataluña para tranquilizar a los centralistas de su partido.

Pero, además de todo eso, donde más intensamente Rajoy ha trabajado por su supervivencia ha sido dentro del PP. Pactando con quien fuera, desde el valenciano Camps hasta Bárcenas, para reforzarse frente a sus rivales. Tampoco cabe despreciar sus esfuerzos para tener de su lado, o no enfrente, a los grandes medios de comunicación, desde las televisiones privadas a los grandes diarios como El Mundo, El País o La Vanguardia. Unos esfuerzos que, por cierto, han sido gestionados eficazmente por la misma Soraya Saenz de Santamaría que hoy se dice que podría sustituirle.

El resultado de esa larga tarea es que hoy el PP y todo el entramado de poder de la derecha está, de una u otra manera, vinculado a Rajoy, salvo algunos islotes que se están hundiendo, como el de Esperanza Aguirre en Madrid. Pero, al tiempo, las concesiones que Rajoy ha hecho a unos y a otros a cambio de esa vinculación han generado una situación en la que cada uno se cree con derecho a actuar por su cuenta. Es decir, que Rajoy manda mucho, pero cada día le cuesta más que se apliquen sus instrucciones. La reacción frente a los episodios de corrupción es el ejemplo más claro de ello. Ante eso, la reacción de Rajoy es no dar orden alguna y limitarse a pedir perdón.

De esa situación se puede derivar un proceso de descomposición interna. Pero, paradójicamente, esa caótica estructura de poder impide o hace muy difícil orquestar una maniobra para sustituir al líder. Rajoy ha deshecho las bases potenciales para que eso pueda ocurrir. Salvo que él mismo decida marcharse, el caos que produciría cualquier maniobra para echarle tendría consecuencias electorales aún peores que las que pronostican los sondeos con él a la cabeza.

De ahí que no sea descartable la hipótesis de un adelanto electoral, haciendo coincidir las generales con las municipales y autonómicas y, a menos que él mismo se quiera quitar de en medio, con Rajoy a la cabeza de la lista del PP. Sobre todo, porque es cada vez más impensable que el PP vaya a poder soportar un año largo de deterioro como el que está sufriendo y asistiendo impávido, además, al ascenso de Podemos. Otra posibilidad es que Rajoy diera un golpe de timón. Que replanteara su política económica y fiscal en la dirección del crecimiento, que aumentara el gasto social y la inversión pública, que levantara la voz en Bruselas, que reorientara su desastrosa gestión de la crisis catalana, que hiciera algo creíble contra la corrupción en su partido.

Pero nada de eso parece posible. Que no vaya a mandar a la policía, según parece, para impedir que la gente vote este domingo, aparte de una contradicción flagrante con todo lo que antes ha venido haciendo al respecto –y que puede costarle algún disgusto con los más duros de los suyos- no constituye un cambio de su política catalana. Y de lo que los que mandan le van a dejar a hacer en la economía habla bien a las claras la propuesta que acaban de hacer las mayores empresas, el Consejo Empresarial para la Competitividad, para crecer y reducir el paro: recortar 30.000 millones más el gasto público, más flexibilidad laboral, rebajas fiscales en las empresas y más inspectores de hacienda y de trabajo para reducir el fraude fiscal y la economía sumergida. O sea, más de lo mismo, aunque lo mismo no haya valido para nada en 6 años.

Es patético que el poder económico español sólo sea capaz de parir algo tan pobre. Y confirma que la mediocridad impera también en ese ámbito. Ese documento es un motivo adicional para comprender que España no va a salir del agujero sin acabar con la alianza que existe entre ese poder económico y el gobierno del PP. Y, hoy por hoy, eso sólo puede hacerse mandando al partido de Rajoy a la oposición. Esa debería ser la tarea prioritaria. Para Podemos, para el PSOE y también para IU.

jueves, 30 de octubre de 2014

- LOS ESCÁNDALOS FARMACÉUTICOS.

El otro escándalo silenciado en los medios: la industria farmacéutica.

Uno de los mayores escándalos existentes en el mundo económico-político de hoy es el comportamiento monopolístico de la industria farmacéutica, aprobado y subvencionado por la autoridades públicas (en teoría, representantes de la población), que protegen dicho monopolio a través de la asignación de las llamadas patentes, que garantizan la potestad a tal industria para inflar los precios de los fármacos. El argumento a favor de este privilegio es que la industria ha invertido enormes cantidades de dinero en la investigación de los productos farmacéuticos, una investigación que necesita ser pagada y retribuida, permitiéndole definir un elevado precio del fármaco, dándole, además, la exclusividad en la venta del producto, prohibiendo la aparición en el mercado de otros productos idénticos que hicieran la competencia a aquellos que tienen la patente. En consecuencia, la industria farmacéutica, altamente concentrada, es uno de los sectores con mayores beneficios existentes en el mundo de hoy.

Esta argumentación oculta varios hechos bien conocidos entre los expertos en la materia. Uno de ellos es que la mayor parte de la investigación que se realiza conducente a la producción del fármaco no ha sido financiada por la industria farmacéutica, sino por centros de investigación financiados públicamente. Se han publicado muchos estudios mostrando, por ejemplo, que la producción de los principales productos en venta en el sector farmacéutico de EEUU se basa en investigación básica financiada por los National Institutes of Health (NIH), los centros de mayor investigación sanitaria del gobierno federal de EEUU. Lo que hace la industria farmacéutica es utilizar esta información, aplicándola a la producción del fármaco. Esta investigación aplicada es una porción pequeña de todo el proceso de producción del fármaco. La mayor parte de los costes de producción no han sido, pues, sostenidos por la industria farmacéutica, sino por el erario público. En realidad, economistas que han estudiado el tema han recomendado que sean los mismos institutos de investigación médica (NIH) que realizan la investigación básica los que hagan la investigación aplicada, con lo cual se evitarían los elevados precios que la industria farmacéutica está exigiendo. Como señala Dean Baker, el Estado federal de EEUU se ahorraría mucho dinero si produjera él mismo los productos farmacéuticos, en lugar de tener que comprarlos a la industria farmacéutica.

Otro elemento ignorado, cuando no ocultado, es que un gran número de empresas farmacéuticas cargan como gastos de investigación gastos que no corresponden a esta categoría, como, por ejemplo, marketing. Y todavía peor, utilizan todo tipo de triquiñuelas para alargar la patente, declarando como productos nuevos productos con ligeras variaciones sobre el producto anterior.

La protesta mundial: la aparición de los genéricos

Esta situación está cambiando como resultado de la enorme movilización y protesta frente a este comportamiento. Como es lógico, la mayor protesta procede del mundo subdesarrollado, que no puede pagar los elevados precios de tales productos. Y algunos Estados, como el de la India, dicen, con razón, que la vida de sus ciudadanos es más importante que la acumulación de riqueza por parte de las empresas farmacéuticas. De ahí que sucesivos gobiernos de la India hayan indicado que en casos de vida o muerte, la ley internacional de patentes no debería aplicarse, una postura que encuentra una gran aprobación y resonancia en la mayoría del mundo donde la pobreza es una constante. Esta postura del gobierno indio se hizo altamente popular cuando dicho gobierno facilitó el desarrollo de una industria farmacéutica basada en genéricos que pudiera competir con las industrias con patentes, lo que ha forzado a la bajada de los precios.

El caso más conocido fue el de los fármacos necesarios para el tratamiento del SIDA, enfermedad que era mortal hasta que la utilización de los fármacos permitió salvar millones de vidas. Cuando tales medicamentos se introdujeron en el mercado, el coste anual del tratamiento por paciente era de 10.000 dólares, en el año 2000. Al año siguiente, en el 2001, el coste bajó en picado, pasando a ser de solo 140 dólares al año, y ello como resultado de la introducción de productos genéricos procedentes de la India, lo cual permitió salvar las vidas de los enfermos con SIDA que vivían en países subdesarrollados económicamente. Médicos Sin Fronteras calcula que el 90% de los 11 millones de enfermos de SIDA que viven en países pobres están vivos porque son tratados con medicamentos contra el SIDA que son productos genéricos, la mayoría de los cuales se fabrican en la India.

Ni que decir tiene que la industria farmacéutica utiliza todos los medios para parar la “invasión” del mercado por parte de estos genéricos. Y uno de dichos medios es tratar de influenciar a los Estados de los países más ricos, como el Estado federal de EEUU, para que se prohíban tales genéricos. El lobby de la industria farmacéutica en EEUU (PhRMA) gasta la friolera cantidad de 132 millones de dólares al año para comprar los votos de los congresistas clave, dentro del Congreso de EEUU, que tienen la responsabilidad de tomar decisiones sobre estos temas. Mike Ludwig (en su artículo “Big Pharma Lobbies Hard to End India’s Distribution of Affordable Generic Drugs”, Truthout, 10.10.14) documenta nombre por nombre quién recibe dicho dinero.

Una situación menos declarada, pero semejante, se da en los países de la Unión Europea, donde el lobby de la industria farmacéutica en Brusela es de los más extensos y más poderosos de los muchos lobbies que configuran la legislación europea. Y una situación idéntica aparece en España.

Vicenç Navarro

Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

martes, 28 de octubre de 2014

- EL CUENTO DE LA ABUELITA AGUIRRE.

El cuento de la abuelita.

Esperanza Aguirre, chiste de Manel Fontdevila

El chiste de Manel Fontdevila es de 2009 pero sigue en plena vigencia.

Érase una pobre abuelita sexagenaria que presidía un partido madrileño incompatible con la corrupción. A pesar de su alegría y su bondad, la abuelita tropezaba una y otra vez con malvados políticos que se aprovechaban de ella y abusaban de su confianza para robar. Bajo las faldas de esta sexagenaria de voz temblorosa, creció un consejero de Deportes llamado Alberto López Viejo, que se llevó 5,5 millones de euros en mordidas de la Gürtel. Y unos consejeros de Sanidad llamados Juan José Güemes y Manuel Lamela, imputados por cohecho y prevaricación. Y un presidente de la patronal como Gerardo Díaz Ferrán, hoy preso en Soto del Real. Y un montón de alcaldes, concejales y diputados autonómicos que hicieron de la Comunidad de Madrid un lodazal que la pobre abuelita se afanaba por limpiar.

La abuelita se llama Esperanza Aguirre y ayer volvió a tomar el pelo a los ciudadanos con otro cuento increíble de tragar. A la pobre sexagenaria la han vuelto a engañar, una vez más. Ha descubierto, "alucinando en colores", que lo que medio Madrid ya sabía sobre Francisco Granados era verdad: que su fiel lugarteniente era un político corrupto, un chorizo, un ladrón que al parecer se forró cobrando comisiones del 3% aquí y allá.

"Si hubiera tenido la sospecha más mínima, habría actuado con prontitud", dice ahora Esperanza Aguirre. No puede ser más cínica. Descartado que Aguirre sea estúpida, sólo queda pensar que no se quiso enterar. Francisco Granados es el mismo político al que le quemaron un coche en su garaje que estaba a nombre de un constructor de su pueblo pero conducía su mujer. En lugar de sospechar, Aguirre llegó a decir que era "un atentado político".

Granados es también el político que se construía a su medida una enorme mansión del tamaño de un centro de salud y que no parecía tener intención de pagar. Y es también el mismo político siniestro que escogió a varios de los espías de la Gestapillo, esa agencia de mortadelos pagada por la Comunidad de Madrid y que en parte estaba formada por guardias civiles de Valdemoro, el pueblo del que Granados fue alcalde.

El fétido olor de la corrupción hace años que impregnaba todo lo que Granados tocaba. Lo sabíamos varios periodistas, que publicamos muchas de estas historias. Lo sabía la oposición, que le señalaban como gran conseguidor. Lo reconocían en privado otros dirigentes del PP, que contaban que desde Génova le habían llamado la atención. Lo sabía medio Madrid, menos Esperanza Aguirre. Ella no.

Francisco Granados no sólo es el principal beneficiado de esta nueva trama de corrupción, sino también su presunto promotor. La operación Púnica, como la ha bautizado la Guardia Civil, saca su apelativo del nombre científico del granado: Punica granatum. Correa es a la Gürtel como Granados a la Púnica. Como ambas tramas corruptas, al Partido Popular de Madrid.

Aguirre dice ahora que "no va eludir su responsabilidad". ¿Y cuál es esa responsabilidad? "Pedir disculpas", nada más. La abuelita retirada de la política que aún preside el PP de Madrid dice sentir "una profunda vergüenza", pero no se plantea dimitir. También seguirá trabajando para una empresa de cazatalentos; es evidente su buen ojo a la hora de fichar.

Hay que recordarlo: Esperanza Aguirre llegó a la presidencia de la Comunidad de Madrid gracias al 'tamayazo'; fue el propio Francisco Granados quien presidió la comisión de investigación parlamentaria para "aclarar" ese caso de corrupción. Fue la candidata que pagó gran parte de su campaña electoral a la Gürtel, por medio de "donativos" de empresarios como Díaz Ferrán y Arturo Fernández a Fundescam.

Detrás de cada político corrupto hay dos tertulianos, decía una famosa pancarta del 15M. Pronto veremos a algunos periodistas justificar el buen hacer de Esperanza, su mano dura contra la corrupción, su valentía al dar la cara y hablar a los ciudadanos para pedir perdón. Dentro de unos días, lo mismo Aguirre nos cuente que fue ella quien descubrió la trama Púnica, como antes hizo con la Gürtel. El cuento de la abuelita crecerá, ya lo verán. Y habrá quien se lo quiera traga.

Ignacio Escolar.