No
tienen las cosas fáciles los populares; se la juegan ahora a borrar
la fachada democrática de un golpe de aparato o a respetar
institucionalmente el resultado de sus urnas.
Elisa
Beni
07/07/2018
Soraya Sáenz de
Santamaría EFE
En
el a modo de primarias ha perdido el partirse la cara por defender lo
indefendible del partido y ha ganado la imagen del gobierno que negó
las evidencias y se encastillo en que toda la mierda que les rodeaba
era un ejército de casos aislados que no iba con ellos. Ha emergido
el rostro joven de los halcones, que parecen menos encarnizados
cuando tienen la piel tersa que cuando apenas pueden moverla sobre el
labio. De alguna manera, los únicos espectros vivos de la gran masa
electoral fantasma han dejado sobre el tapete la opción de dos
partidos y la dificultad de enjaretarlos. El duelo de damas ha
escampado y es el duelo de las dos almas peperas el que se enfrenta a
esa segunda vuelta de un sistema perverso pensado más para aclamar a
los elegidos que para seleccionar a los que podrían serlo.
No
tienen las cosas fáciles los populares. Se la juegan ahora a borrar
la fachada democrática de un golpe de aparato o a respetar
institucionalmente el resultado de sus urnas. Deberían sopesar si la
muestra estadística de militantes, constituida en su mayor parte por
cuadros del propio partido, tiene alguna sintonía con los votantes
que son la única fuerza suficiente para volver a conseguir un
partido unido en las lides del poder.
¿Cómo
podría robarle espacio político Casado a Rivera? Es una pregunta
que la falta de debate ideológico no ha permitido responder. ¿Qué
seducción ofrece S3 a los votantes perdidos para volver a impulsar
un partido de mayorías? En la propia deriva del Partido Popular se
juega parte del futuro de nuestra democracia porque saber quién
ocupará el liderazgo de la parte conservadora y de derechas de este
país tiene mucho que decir sobre qué tipo de sociedad podemos
acabar siendo.
Después
de mí el diluvio, se dijo Rajoy camino de Santa Pola, y lo cierto es
que, en un gesto carente de toda épica, se ha sacudido el polvo del
camino y ha dejado un polvorín a sus espaldas. Lo que se cuece tras
su “ahí os quedáis” no es sólo un duelo de caras y de estilos,
de vídeos y de gestos vanos, lo que se cuece es el estilo que adopte
la derecha española y, por tanto, su supervivencia o su riesgo de
implosionar con un estallido seco que disperse sus fragmentos hacia
el propio núcleo de la idea de la derecha que haya de regir en
España. Hasta ahora no ha habido mucha más idea que la de
mantenerse en el poder. Sus votantes les preferían a otras opciones
en una suerte de inercia que pasaba por encima de todos los problemas
y las inaceptables acciones y omisiones. Ahora hay más opciones.
Soraya Sáenz de Santamaría no habla de qué tipo de partido quiere
sino de su capacidad para mantener esa inercia de poder. Casado juega
a lo que él llama la ilusión y la energía, lo que supone pensar
que en última instancia ese cambio de la inacción a la acción
podría devolverles también el eje de su pensamiento, o sea, también
el poder. El PP no va a resolver en esta elección de líder sus
problemas de fondo sino aquel más urgente de tener a alguien a quien
seguir, como si eso fuera a volver a apretar las filas de forma
inmediata y como si no existiera un vórtice en movimiento dispuesto
a tragarse las papeletas que antes les correspondían como única
opción. No ha habido debate sobre la ideología, pero tampoco sobre
la estructura de ese partido que quieren refundar.
Puede
que la elección del líder pueda solventarse así pero eso sólo
logrará retrasar el verdadero debate pendiente que supone definir el
lugar que el Partido Popular ocupará en el espectro político en
relación con el resto de fuerzas y ya no tanto de los oponentes
ideológicos, lo cual es más sencillo, sino de los competidores
directos por el mismo nicho. Su forma de enfrentarlos para recuperar
el voto, pero también su forma de comportarse respecto a ellos si a
cara de perro o con posibles alianzas. Debe marcar la línea que le
separa del primer partido del eje de la izquierda y cómo compite con
él por ese espacio limítrofe. El Partido Popular debe
regenerarse y limpiarse, pero también debe ubicarse. Si no consigue
definir un espacio político suficiente, está condenado a
implosionar con consecuencias imprevisibles para el futuro de la
derecha, la peor de las cuales podría ser el engordamiento del hasta
ahora mínimo espacio para la ultraderecha que se les desgajó por la
vía de VOX.
Elegir
caras o estilos o carteles electorales es más fácil que encontrar
un sitio y saber cómo moverte en él. Hacerlo fuera del poder es aún
más complicado que hacerlo dentro, como va a demostrar también
respecto de la izquierda la experiencia que vivimos. Esta pugna que
nos tiene tan entretenidos al inicio de la canícula es importante
pero no es decisiva. El verdadero debate, el que aún se aplaza,
podría llevarse por delante no sólo el rostro electo sino también
las esperanzas de seguir siendo el primer partido del centro derecha
español. A cada uno le llega su turno y a los populares les está
llamando a la puerta.
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