Corrupción política total en Valencia.
"Yo no soy Dios", dice Rita Barberá y al hacerlo nos confirma que lo era, cuando lanza coartadas sobre sus delitos que aún tenemos que calificar como presuntos.
Las conversaciones mordidas por la policía a los múltiples protagonistas de la oceánica corrupción en la Comunidad Valenciana tienen la ventaja de la sinceridad de sus autores, ajenos a la evidencia de estar siendo escuchados.
Así, cuando la ex concejala de Rita, María José Alcón, habla de "corrupción política total", construye de forma inconsciente y fértil el retrato de una época no necesariamente terminada.
María José Alcón, pareja de Alfonso Grau, mano derecha de Rita -estos no tienen nunca mano izquierda-, le explica a su hijo, como si del libro gordo de Petete se tratara, qué es eso del dinero negro, de dónde proviene, por qué el PP tiene mucho y de diversos orígenes, cómo se blanquea por cómodos fascículos (dígase pitufeo, en argot policial).
Hay una componente entomóloga en la didáctica explicación de Alcón a su hijo, espolvoreado de 'cariño'. Estamos ante una descripción de alguien que sabe muy bien de que va la vaina y que llega a la conclusión de que todo es corrupción y "muy gordo". Alcón ya ha sido barrida por el pelotón de fusilamiento propagandístico de Rita, que atribuye a la que fuera concejal del PP en Valencia las características del resentimiento por no estar en no sé qué lista.
Rita ha mantenido enhiesto en su última comparecencia el tono matón y chabacano habitual de sus intervenciones. No solo el caloret, que ya no tiene balcón que lo amplifique, es su afán en dar por buenas las acusaciones a todos los demás y no aceptar ni una de las propias, ni siquiera como presuntas. "Yo no soy Dios", dice, y al hacerlo nos confirma que lo era, cuando lanza coartadas sobre sus delitos, que aún tenemos que calificar como presuntos. Ella, que era "la mejor" para Rajoy de la ceja enarcada acreditado en capítulos anteriores como el ser con mayor capacidad para mandar a la cárcel, o a la imputación, a los homenajeados en su jerga antigua.
Rita ¡llama lenguaraces a sus críticos! riñe a los periodistas, aún con un regusto de miedo heredado de épocas pasadas, les lanza invectivas, índice en ristre, como diciendo, ¡cuidado con lo que hacéis!
La jefa de todo el PP valenciano durante años le perdona la vida a los jueces y les concede que irá a declarar aún sin saber "en calidad de qué", como si no leyera los periódicos. Se pone tierna Barberá para no opinar sobre las conversaciones privadas de Alcón, máxime si hay niños de por medio, el hijo de Alcón, preguntador perplejo.
Ese dinero negro que, como explica Alcón, proviene de empresas del partido (PP); de empresas, a secas; de comisiones, de corrupciones, que "como dices, hijo, y tienes más razón que un santo, todo es corrupción". "Muy gordo todo", remacha Alcón.
El batiburrillo defensivo de Rita le parece bien a Rajoy, y a Maroto no le gusta nada. Le deja aparentemente frío a Fabra y le parece fenomenal a García Albiol.
Paso a paso se descubre el dopaje del PP valenciano y mientras salta el siguiente escándalo, nos quedamos con el taxímetro de Rita: miles de euros por unos minutos de no hacer nada en el Senado.
José María Calleja.
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