Carta de
un particular a Mariano Rajoy.
No se me habría pasado por la cabeza escribir una carta al presidente del
Gobierno, y menos en mitad de las vacaciones de verano, si no fuera porque
llega un momento en que uno cree percibir que la
ofensa es personalizada. Uno lee lo
que lee, escucha lo que escucha, y se pregunta si la ola de calor está haciendo
estragos aún mayores de los imaginables. ¿Es posible que desde el poder
político se considere que la idiocia es generalizada y que los ciudadanos
formamos un magma incapaz de responder al insulto permanente? Así será, porque si no cuesta mucho creer que
la estrategia decidida en vísperas de unas elecciones generales sea tan
rematadamente simple: o me votan a mí, que soy el lince que ha conseguido
salvar a este país de la ruina total, o votan el caos, representado por
cualquiera que no sea el PP. Lo demás no importa.
A estas alturas del verano, ya lo de menos es que todo el mundo olvide que los
datos macroeconómicos positivos sean consecuencia del cambio de
políticas del Banco Central Europeo (BCE) o de la reducción de los precios del
petróleo, y tengan poco que ver con la rendición total
del Gobierno español a la salvaje devaluación salarial decretada por instancias
internacionales. Lo trascendente, lo indignante en este negro agosto, es que
usted decida alegremente seguir considerando a los ciudadanos
como menores de edad y al régimen
democrático como una especie de cortijo andaluz (o de pazo gallego) sometido al
capricho del señorito. ¿Volvemos a la España de Machado o de
Pardo Bazán? ¿Acaso nunca la superamos?
No le escribo como periodista, sino como simple particular afectado por su
actitud y algunas de sus ofensivas declaraciones.
MINISTROS E
IMPUTADOS
Hemos sabido que el ministro del Interior, Jorge
Fernández Díaz, ha recibido en su despacho
del ministerio a Rodrigo Rato, imputado por
graves delitos de corrupción. Después de admitir la existencia de la reunión,
el ministerio ha comunicado oficialmente que se trataba de una cita de
“carácter exclusivamente personal y completamente al margen de la situación
procesal” del expresidente de Caja Madrid y de Bankia.
El señor Rato ha tenido a bien aclarar al periódico El País que en esa reunión
se habló “de todo” lo que le “está pasando”. Y por muy presunto delincuente que
sea Rato, cabe dar credibilidad a sus palabras, puesto que no viene a cuento
pensar que en sus circunstancias pida cita con un ministro para comentar la
próxima temporada de la Liga de fútbol o las beatificaciones previstas por el
Vaticano. En todo caso, si se trata de “asuntos personales”, Fernández Díaz debería
dar cita en su casa, en un bar o en un confesonario, pero siempre en horas libres no pagadas por los
contribuyentes.
Usted, que es (incluso en vacaciones) presidente del Gobierno, se ha negado a opinar sobre dicha reunión, pero anuncia que será el
ministro Fernández Díaz quien dé las explicaciones pertinentes en sede
parlamentaria, aunque ya avanza que “no va a haber nada de
particular”. Vamos, que considera absolutamente normal que
un ministro y un imputado por corrupción de su mismo partido con procesos
judiciales pendientes se reúnan en el ministerio y en horario de trabajo.
Se le olvida que usted mismo exigió (y consiguió) en 2009 la cabeza del entonces
ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, por haber
coincidido en una cacería en Jaén con el juez Baltasar Garzón. Y ni se molestó en preguntar si habían hablado
o no de algún caso judicial políticamente espinoso. Ni llegamos a saber
siquiera si se habían encontrado a solas en algún momento. Tiene usted la
ventaja de que los principales dirigentes de la oposición también están de
vacaciones y no han considerado oportuno interrumpirlas para solemnizar
la petición de dimisión de Fernández Díaz o para (por
ejemplo) comprometerse a no firmar acuerdo alguno con el PP mientras no se
asuman las responsabilidades políticas oportunas.
Señor presidente del Gobierno: es evidente que a usted le importa un bledo el
respeto a la dignidad democrática. Su ministro de Economía, Luis de Guindos, atendió gustoso las peticiones de Francisco Granados, encarcelado
por su papel principal en la trama Púnica, y usted ni se ha molestado en comentar tamaño
disparate (justificado nada menos que por
su ministro de Justicia, Rafael Catalá). Simplemente pasa del asunto y hasta se irrita
si le pregunta algún periodista. Su exministro de Educación, José
Ignacio Wert, le obligó a hacer una crisis de gobierno que no
quería y al mismo tiempo le pidió ser nombrado para un cargo
público en París con el fin de estar cerca de
su pareja en la sede de la OCDE. Ha esperado al verano, pero ha cumplido usted
semejante petición en un ejercicio de nepotismo más propio del conde de Romanones que de un líder
democrático del siglo XXI.
Para rematar el acaloramiento político del verano, hemos sabido (gracias a la investigación documentada de nuestro compañero Tono Calleja) que su íntima adversaria Esperanza Aguirre
mintió descaradamente al afirmar que el ‘conseguidor’ de la trama Púnica jamás había trabajado para el PP de Madrid, que
ella preside. Tampoco le parece a usted relevante la información, o quizás sólo
prefiere que Aguirre se vaya cociendo en su propia olla.
EL OTOÑO Y
"EL MARTILLEO"
Usted y los miembros de su gobierno parecen empeñados en que se trata de
asuntos "entre particulares". El caso es que un ciudadano particular
sólo puede llegar a la conclusión de que no quiere usted entender nada de lo
que viene pasando. Parece que solamente le preocupa el “martilleo de algunas
televisiones”sobre la corrupción, en lugar de
avergonzarse y tomar medidas cuando sus propios ministros compadrean con los
presuntos corruptos. ¿Sería usted tan amable de aclarar si Guindos o Fernández
Díaz le consultaron acerca de sus gestiones con Granados o con
Rato? ¿No tiene absolutamente nada que apuntar acerca
de las mentiras de Esperanza Aguirre sobre laPúnica? ¿Ignora acaso que en nuestros países vecinos
los ministros dimiten por haber engañado en dos párrafos de una tesis doctoral
en la universidad?
Como particular uno puede
sospechar que los SMS de ánimoque
usted envió a Luis Bárcenas le tienen tan atado que le impiden abrir la boca
sobre las relaciones de Aguirre con Granados, y que ya da lo mismo la magnitud
de los dislates que en su entorno se produzcan: sólo cabe la
huida hacia delante. Y si es capaz de reaccionar
así respecto a Guindos, Fernández Díaz o Aguirre, mejor no imaginar el otoño
que nos espera. Circula la especie de que su única obsesión es debilitar al
máximo ese “martilleo” de algunos medios de comunicación. Habrá que comprobar
hasta qué punto llega el asedio al ejercicio democrático.
Se le olvida, eso sí, que
vivimos una realidad distinta a la que usted cuenta. Le han dicho sus asesores
que tiene que hablar más con la prensa. Lo cual no
quiere decir que no importe el contenido de lo que diga. Hay medios independientes, y crece el número de
ciudadanos que no se conforma con ver los telediarios o con hojear las
cabeceras tradicionales o con leer los comunicados oficiales.
Descanse lo que pueda. Pero cuando salga y hable, procure no ofender, si es posible.
Descanse lo que pueda. Pero cuando salga y hable, procure no ofender, si es posible.
Con respeto,
Un particular.
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