lunes, 10 de marzo de 2014

11 – M.

Una historia ejemplar.

Por: Ángel S. Harguindey

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Mañana, ya lo saben, es 11-M. Diez años de la barbarie, de una de ellas, pero no sólo eso: diez años de los mayores intentos de manipulación de los hechos, del bastardo balance entre la verdad y la poltrona, de las directrices mas impresentables e indignas seguidas fielmente por la servidumbre, diez años del sectarismo en defensa de intereses personales, de adulteración de la historia, diez años para comprender que la derecha más retrógrada es capaz de cualquier falsificación para conservar sus privilegios. Diez años de demasiadas cosas.
"Me parece absolutamente intolerable cualquier tipo de intoxicación que vaya dirigida, por parte de miserables, a desviar el objetivo y los responsables de esta tragedia, de este drama". Era una declaración de Ángel Acebes, ministro del Interior, siguiendo las consignas emanadas desde la Moncloa: ETA fue la autora del atentado. Batasuna ya lo había negado pero nadie le dió crédito. Empezaba una ceremonia de la confusión interesada ante las inminentes elecciones generales que, por supuesto, el pequeño gran estadista Aznar no estaba dispuesto a que perdiera su designado, Mariano Rajoy. Las iniciales investigaciones policiales ya se distanciaban de la primera versión oficial. Daba lo mismo.
"Lograremos acabar con la banda terrorista", declaraba Aznar después de los primeros indicios que señalaban al islamismo radical como autores de la barbarie. En la tarde de ese mismo día, 11 de marzo de 2004, y cuando la policía ya había encontrado una cinta de audio en árabe y explosivos en una furgoneta localizada en Alcalá de Henares que alejaba cada vez mas la posibilidad de ETA, la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, enviaba el siguiente comunicado a todas las embajadas: "El ministro del Interior ha confirmado la autoría de ETA. Así lo confirma el explosivo utilizado y el patrón utilizado en los mismos, que es el habitual de ETA; así como otras informaciones que aún no se han hecho públicas por razones obvias. […] Debería vuestra excelencia aprovechar aquellas ocasiones que se le presenten para confirmar autoría de ETA en estos atentados, ayudando así a disipar cualquier tipo de duda que ciertas partes interesadas puedan querer hacer surgir en torno a quien está detrás de estos atentados". De la confusión a la mentira: la policía ya había señalado que el explosivo encontrado no era el habitual de ETA. Todo vale si se consigue difundir la mentira oficial: "El Consejo de Seguridad condena en términos enérgicos los ataques con bomba en Madrid el 11 de marzo, perpetrado por el grupo terrorista ETA, que han causado numerosos muertos y heridos, y considera que estos actos, como todo acto de terrorismo, constituyen una amenaza para la paz y la seguridad". Un triunfo de la diplomacia de Ana Palacio.
El impresentable Ángel Acebes comparece de nuevo ante los periodistas a las ocho de la tarde de ese mismo día. Desde las cinco, la policía le había informado que el explosivo encontrado no era el habitual de ETA sin embargo el ministro señala que "el explosivo es dinamita y por tanto la habitual de la organización terrorista ETA". Una hora y media después de la declaración de Acebes, el periódico Al Quds Al Arabi, en su sede de Londres, recibe una carta que afirma que las Brigadas de Abu Hafs Al Masri, en nombre de Al Qaeda, la red terrorista de Osama Bin Laden, está detrás de los atentados perpetrados en Madrid. Ni caso.
El viernes, 12 de marzo, todos los medios de comunicación españoles anunciaban nuevos indicios que apuntaban a la autoría de grupos islamistas. Los medios de comunicación extranjeros (por ejemplo: The New York Times, Le Monde, Le Figaro, Correo della Sera, Financial Times, The Washington Post) también se hacían eco de estas hipótesis poniendo en duda la posible autoría de ETA, y ya algunos apuntaban directamente a la posible implicación de Al Qaeda. Por la tarde de ese viernes, el ministro del Interior seguía afirmando que "ETA sigue siendo la principal línea de investigación. Así me lo han manifestado hace un momento las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, es decir los responsables de la investigación. No hay en estos momentos, ningún motivo para que no sea la principal línea de investigación". El sábado, 13 de marzo, El Mundo publicaba una entrevista con el candidato de la derecha. "Rajoy: Tengo la convicción moral de que fue ETA" era el título en la portada del diario. Nuevas ruedas de prensa de Acebes, nuevas manipulaciones. Era la víspera de las elecciones y había que mantener a toda costa la sospecha de que había sido ETA. Era lo políticamente conveniente para la cita electoral.
El 16 de marzo -perdidas ya las elecciones generales- y ante la sospecha de la manipulación que hacía el Gobierno español sobre la autoría del atentado, Inocencio Arias, embajador de España en la ONU, tuvo que enviar una carta al Consejo de Seguridad en la que, entre otras cosas, decía que "se descubrieron nuevos elementos que han aconsejado abrir otras líneas de investigación, que apuntan a la intervención en los atentados de ciudadanos de otros países". Durante las sesiones del juicio oral celebradas entre febrero y julio de 2007, diversos mandos policiales testificarían señalando que el ministerio de Interior supo hacia las 18.00 horas del jueves 11 que el explosivo empleado no era Titadine y que ni el día 11 ni el 12 la investigación aportó "datos objetivos que apuntaran a ETA".
Esta es, a grandes rasgos, la historia de unos días que conmovieron al mundo y muy especialmente a los españoles. Atrás quedaban 191 cadáveres y 1.858 heridos. Por delante nos quedaban aún muchas sorpresas: desde la intensa y extensa campaña del diario El Mundo en mantener una teoría de la conspiración afin a los intereses de una derecha que le recompensaría generosamente con licencias de radio y televisión, al comportamiento sectario del PP de la Comunidad de Madrid rindiendo homenajes distantes y distintos a los promovidos por la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo, cuando no difamando alguno de sus jóvenes cachorros a Pilar Manjón, presidenta de la misma. También supimos años después de la presencia, directa o indirecta, de Aznar en varios asuntos turbios, de la imputación de Acebes y de Rato, de las prebendas del portavoz Zaplana en Telefónica y de los dos años de presidente de Gobierno de un Rajoy que tenía la convicción moral de que había sido ETA, como también tenía la convicción moral de la inocencia de Bárcenas. En fin, una historia ejemplar.

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