El PP está en manos de Rouco Varela, que quería ganar su última batalla, y tenía a un "tonto útil" como Alberto Ruiz-Gallardón para darla.
El PSOE abandonó el marxismo al inicio de la Transición, pero el PP no ha sido capaz de dejar de gobernar bajo las directrices de la Iglesia católica. La reforma del aborto aprobada en el Consejo de Ministros este viernes es la mejor prueba de ello.
Yo he oído decir a miembros del Gobierno que era razonable la actual legislación del aborto, equiparable -incluso a la baja- a las leyes que hay en toda Europa. Yo he recopilado comentarios de miembros del Grupo Parlamentario Popular afirmando que esto era una cabezonería intolerable del ministro de Justicia, que se iba a frenar. Yo he escuchado a diputados del Partido Popular comentándome que no había ninguna necesidad de abrir este debate, cuando con la actual ley el número de abortos había disminuido.
Pero el PP está en manos de Rouco Varela, que quería ganar su última batalla, y tenía a un "tonto útil" como Alberto Ruiz-Gallardón para darla. "Yo soy Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre.. ¡Prepárate a morir!". No sé, pero esta frase la tengo todo el día en la cabeza, desde que le escuché hacer demagogia en la rueda de prensa del Consejo de Ministros.La diferencia es que Iñigo Montoya luchaba por una causa justa y Gallardón, en su venganza personal, se ha propuesto castigar a todas las mujeres de este país.
Ha hecho la ley del aborto más restrictiva de Europa, la que quería la Iglesia, la que vuelve a tutelar a las mujeres en sus decisiones, la más retrógrada que se conoce. Y todo ello, bajo el amparo de la Jerarquía eclesiástica y la celebración de los grupos más ultraconservadores que, al parecer, han sido los únicos consultados.
Gallardón miente en la interpretación de la doctrina del Constitucional, saca pecho porque no se penaliza a la mujer por abortar -ninguna mujer ha ido a la cárcel por ello en toda la democracia- y vende como un gran logro que las mujeres de 16 a 18 años no puedan abortar sin el permiso de sus progenitores como mantenía la anterior legislación, cuando suponen el 0,4% de los casos y, en su mayoría, por motivos que serían hasta muy duros relatar aquí.
Pero esto no es el cumplimiento de una promesa electoral del PP. Es un pacto con la Iglesia católica, que sigue dando las directrices a la derecha española.
No es cierto que sea para contentar a una parte de su electorado, no es verdad que hubiera una necesidad social para hacerlo y, lo que es peor, no va a cambiar nada. Las mujeres españolas seguirán abortando cuando ellas lo decidan. Eso sí, en peores condiciones, con riesgo para sus vidas en muchos casos y, las que tengan posibilidades económica, pasarán tranquilamente las fronteras europeas a otros países con una legislación razonable: "Yo a Londres, tú a Alemania". Movilidad exterior le llaman.
El "progre" de Gallardón ha cumplido su último servicio público. Se ha salido con la suya. "Yo soy Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre... ¡Prepárate a morir". Pero, aún a riesgo de volver a equivocarme, esta ley que atenta contra los derechos básicos de las mujeres no le va a salir gratis al Gobierno, ni al ministro de Justicia. Y marcará un punto de inflexión muy importante. Al tiempo.
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