El producto Wert.
La Educación española vive hoy una jornada histórica con la primera huelga de padres y madres de alumnos. Padres y estudiantes que se unen al grito mayoritario de protesta de los profesores para combatir, no sólo los recortes salvajes que está llevando a cabo el Gobierno, sino también una reforma educativa que a todas luces deteriora la formación de nuestros jóvenes. Al frente de estas reformas, el ministro José Ignacio Wert, que se ha ganado a pulso que la comunidad educativa, entre otras, pida su dimisión.
En realidad, si uno mira la trayectoria de Wert, no cabía esperar que actuara de otro modo, puesto que él mismo es producto del sistema neoliberal que defiende y pretende perpetuar. A fin de cuentas, el ministro estudió en el Colegio de Nuestra Señora del Pilar de Madrid -más conocido como, simplemente, El Pilar-, del que ya salieron otros ultra conservadores como José María Aznar o Luis María Ansón, además de, como el tiempo se ha encargado de demostrar, pseudo progresistas como Alfredo Pérez Rubalcaba o Juan Luis Cebrián. En este colegio privado, propiedad de los Marianistas en el exclusivo barrio de Salamanca de Madrid, “toda la dinámica educativa debe realizarse en un clima coherente con la visión cristiana de la vida”, según expone el propio centro, preparando a los alumnos “como miembros de la Iglesia de Cristo”.
Así las cosas, ¿cómo cabe esperar que Wert mejore el sistema educativo para que éste enseñe a pensar en lugar de imponer lo que hay que pensar? Es imposible. Hace más de 2.000 años, Platón fundó la Academia para que a través de la razón se llegara al conocimiento. Unos 800 años después, el emperador Justiniano la cerraba porque la veía como una amenaza a la expansión del cristianismo. Del mismo modo, en la actualidad la razón es un obstáculo para la expansión del capitalismo, del modelo económico que produjo a Wert y que éste quiere eternizar.
El ministro no tiene argumentos para defender su postura y frente a joyas razonadas de intelectuales como Luis García Montero, que habla de “huelga educativa”, Wert tan sólo cuenta con bisutería ideológica. El modelo que Wert y el Gobierno de Rajoy quieren imponer es el de producción de capital humano, no de personas con pensamiento crítico; es el de generación de trabajadores subordinados a la estructura económica, oprimidos y víctimas de la desigualdad creciente.
El modelo de Wert, ese que le creó a él mismo y que le ha sorbido los sesos con las tesis neoliberales, lleva el sello de la competitividad o, lo que es lo mismo, del individualismo enfermizo, de ver al prójimo como un enemigo, un rival al que hay que batir como sea. Un modelo de meritocracia que se pretende imbuir en los niños, intoxicándoles de por vida y metiéndoles el virus de la corrupción, de las trampas para alcanzar sus ambiciones sea como sea, tal y como vemos día tras día en los mayores que padecen la enfermedad del capital.
Un modelo, en definitiva, que deshumaniza, que conduce a las personas hacia la supervivencia del más competitivo, a ser víctima del salvajismo globalizador. En suma, que lleva a seguir produciendo más Werts. Y eso espanta.
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