miércoles, 11 de noviembre de 2015

- CATALUÑA.

Siete puntos sobre el interminable debate catalán.

Ninguna de las dos mitades en que ha quedado partida la sociedad catalana tiene derecho a imponerse sobre la otra mitad. Pero para zanjar de una vez este debate es imprescindible votar.
1. No, un 47,8% de los votos no basta para iniciar unilateralmente un proceso de secesión en Catalunya. Ni siquiera es porcentaje suficiente como para reformar el estatuto de autonomía, que exige dos tercios del Parlament; los números no dan. El independentismo tiene la mayoría absoluta en escaños para gobernar y el derecho democrático –incluso la obligación– de exigir un referéndum donde todos los catalanes puedan votar. Pero iniciar de esta manera un ruptura unilateral, ignorando en el camino a más de la mitad de los catalanes y rompiendo con la legalidad, es una huida hacia adelante de una coalición antinatura, incapaz de pactar siquiera algo tan básico como quién presidirá la Generalitat.
2. Es cierto, los independentistas tienen razón cuando acusan la cerrazón antidemocrática de Mariano Rajoy. El presidente saliente no solo es uno de los principales padres del actual problema catalán desde sus años de líder de la oposición, cuando intentó que Javier Arenas ganase las elecciones en Andalucía alimentando el odio anticatalán (y al menos en las urnas fracasó). También es el máximo responsable desde el Estado español de no haber sido capaz de dar una salida política en cuatro años. Cuando llegó a La Moncloa, el independentismo estaba en el 24%. Se ha duplicado, y gran parte de este éxito soberanista es mérito de Mariano Rajoy; el bombero pirómano en acción. 
3. El independentismo catalán ha sido, de largo, el movimiento social más masivo y de mayor calado de todos los que se han vivido en la historia reciente de España. También uno de los más pacíficos y democráticos. La respuesta que han dado las instituciones españolas a esta protesta no ha estado a la altura. El discurso del miedo, el desprecio a los disidentes y la cerrazón a cualquier diálogo ha alimentado esta movilización. Sin embargo, el orden de los factores que hoy plantean Junts pel Sí y la CUP –primero la creación del Estado catalán y la ruptura con la legalidad española, después el referéndum– no es tolerable en términos democráticos y pisotea los derechos de más del cincuenta por ciento de los catalanes. Tampoco vale como excusa que al otro lado esté alguien tan poco dado al diálogo como Mariano Rajoy; afortunadamente, puede que le quede muy poco tiempo en el sillón. 
4. Lo digo una vez más: la ruptura de España sería dolorosa para todos; también ruinosa. Ya somos ciudadanos de segunda en esta UE y no vamos a ir a mejor con una nueva frontera que nos haga aún más irrelevantes en un mundo globalizado donde el tamaño sí importa. Dentro de Europa, la verdadera soberanía hoy reside en los mercados, en el BCE y en Alemania: seguirá estando ahí sin importar si España se rompe en el camino. Y el independentismo mágico tampoco va a lograr un unicornio para cada ciudadano catalán
5. La convivencia entre Catalunya y el resto de España está dañada. También está gripado el propio sistema político catalán, atorado en un debate imposible, donde ya ni siquiera se puede formar un gobierno con más eje que el discurso nacional. Es una relación que hoy ya no se puede recomponer sin recurrir a la democracia y aceptar el resultado. Hay argumentos más que de sobra para oponerse a la secesión, pero ninguno de ellos puede pasar exclusivamente por la defensa de la letra de la ley, ignorando la voluntad popular. Mandar a los tanques, a la Fiscalía, a los Mossos o a la Guardia Civil no va a arreglar la situación: esta espiral de confrontación donde ambos nacionalistas juegan a ver quién da más solo puede agravar un choque de trenes que ya no es teórico, que se ha producido ya. 
6. Si España quiere seguir siendo una democracia, más tarde o más temprano los catalanes tienen que poder votar porque no es sostenible a largo plazo cualquier otra opción cuando casi la mitad de los catalanes quieren irse y más del 80% pide que al menos se les deje opinar. ¿Que el resto de los españoles tienen algo que decir? Claro. Tienen derecho a negociar las condiciones de ese referéndum –o de una hipotética ruptura–, pero en un divorcio la decisión de irse es siempre exclusiva de quien se quiere separar. Así se hizo en Escocia. Así se hizo en Quebec. Así debería ser aquí también.
7. Ninguna de las dos mitades en que ha quedado partida la sociedad catalana tiene derecho a imponerse sobre la otra mitad. Pero para zanjar de una vez este debate –al menos por unas décadas– es imprescindible votar.

miércoles, 28 de octubre de 2015

- ESTAS SON LAS COSAS DEL PP.

El PP, Aznar, Esperanza, las mentiras y los muertos.

Solo una mente retorcida puede seguir defendiendo la guerra de Irak y afirmar, como ha hecho de nuevo Aznar, que "España salió ganando".
Cuando Esperanza Aguirre dice que "no estuvimos en Irak" está faltando al respeto a las tropas españolas que se jugaron la vida en Nayaf o Diwaniya, a los militares españoles muertos en territorio iraquí y a todos los ciudadanos españoles.
En este mundo que da rienda suelta a los delirios de tantos dementes, nos encontramos con declaraciones como las de Esperanza Aguirre este lunes, afirmando que España no estuvo en la guerra de Irak o como las de Aznar, que erre que erre, vuelve a decir que España  “salió ganando” al apoyar la guerra de Irak.
Desconocemos si Aznar lo dice por el atentado del 11M en Madrid en 2004, por la muerte a tiros de varios militares españoles en territorio iraquí o por la batalla 4 de abril de 2004 en Nayaf, cuando las tropas españolas aguantaron durante horas el asedio de su cuartel general, recibiendo ataques de granadas y mortero.
O quizá Aznar lo diga por las contrapartidas adquiridas a cambio de la participación española en la invasión y ocupación de Irak, que son... ninguna. Nuestro país se convirtió en posible objetivo de ataques por haber participado en una operación militar que abrió las puertas del infierno en Oriente Próximo y a cambio, hablando en los terribles términos de la realpolitik, no obtuvo ni más poder o influencia en el escenario global.
España tampoco fue elegida como sede de alguna empresa o instituto internacional que pudieran crear puestos de trabajo -contrapartida que se barajaba por aquella época-, ni logró una pequeña concesión para la explotación de petróleo en Irak, ni siquiera obtuvo la presidencia rotativa de algún organismo internacional simbólico. Nada.
Solo logró colocarse en el centro de la diana como país corresponsable del horror que allí instalaron los impulsores de la guerra, que perdura hasta día de hoy con consecuencias devastadoras para toda la zona y para la propia Europa.
Defender la guerra de Irak a día de hoy es propio de una mente retorcida. Pensar que España gana por participar en una operación que supuso millones de muertos y heridos -incluido el periodista José Couso-, cárceles secretas, torturas, arrestos arbitrarios y humillaciones diarias a los iraquíes, es negar una tozuda realidad que nos muestra día a día la política internacional: que todo tiene consecuencias. Y algunas de esas consecuencias traspasan ya las fronteras de Oriente Próximo y llegan a Europa.
En cuanto a lo de Esperanza... Ay. Esperanza. No estuvimos en la guerra de Irak, dices. Me pregunto qué pensarán al oirte las viudas de los militares españoles asesinados en territorio iraquí, los militares que aguantaron el asedio de Nayaf, los que participaron en la misión en Diwaniya o los que presenciaron, día a día, cómo aquél país estaba descomponiéndose de forma alarmante.
No estuvimos en la guerra de Irak, dices. Por eso el grupo más numeroso de periodistas en Bagdad en 2003 éramos precisamente los españoles, algo que jamás habría ocurrido si nuestro país no hubiera participado directamente en esa operación militar.
¿No estuvieron en Irak los siete agentes del CNI muertos en una emboscada en una carretera iraquí, Alberto Martínez, Carlos Baró, José Merino Olivera, José Carlos Rodríguez Pérez, José Lucas Egea, Alfonso Vega Calvo y Luis Ignacio Zanón Tarazona?
¿No lo estuvo el comandante de la Guardia Civil Gonzalo Pérez García, herido de un disparo en la cabeza en Irak durante una operación conjunta de la brigada Plus Ultra y la policía iraquí en Hamsa, y muerto 13 días después?
¿Tampoco estuvo en Irak el sargento primero del Ejército del Aire José Antonio Bernal Gómez, muerto por un tiro en Bagdad, ni el capitán de navío Manuel Martín-Oar, muerto en el atentado contra la sede de la ONU en Bagdad en 2003?
España sí estuvo en Irak, contribuimos a una invasión ilegal que militarizó el país, que introdujo una enorme cantidad de armas y que impuso un reparto del poder por cuotas sectarias, fomentando la división y la fragmentación del país. Estuvimos, a pesar de que no había armas de destrucción masiva, como nos había asegurado Aznar.
Son demasiados años de mentiras e insultos a la inteligencia de la gente. Si este fuera un país sano, las preguntas del día serían:
¿Va a solicitar el PP la dimisión de Esperanza Aguirre y de José María Aznar, por engaños insistentes y a sabiendas? y ¿Cómo es capaz de mantener en sus filas a dos personajes que mienten a la ciudadanía sobre cuestiones de enorme importancia?
Podemos esperar sentados a lo que el PP tenga que decir al respecto. Más impunidad y silencio. Todo vale, aunque con ello se pisotee la memoria de los muertos.

martes, 6 de octubre de 2015

- ESPAÑA NO ES PORTUGAL (¿O SÍ?)

España no es Portugal (¿o sí?)

El Gobierno de Mariano Rajoy está encantado con losresultados electorales en Portugal, y su número dos, Soraya Sáenz de Santamaría, se ha encargado de propagar la pertinente lectura: “Han hecho (los portugueses) muchos esfuerzos que están mereciendo la pena, están encarando la recuperación y creo que eso se ha reconocido ahora”. A diez semanas y media de las elecciones generales del 20-D, se trata de alentar una especie de “ola de resignación”, con un razonamiento simple: si nuestros vecinos, cuyo país ha sufrido un rescate en toda regla (no “sólo” bancario) y unos recortes sociales brutales, han votado mayoritariamente a la derecha, será por algo. Se reconfirma laestrategia esencial del discurso del PP: o nosotros o el caos. No hay duda sobre la posible eficacia del mensaje, pero también tiene sus riesgos. Conviene tener en cuenta algunos elementos que diferencian (y mucho) la realidad política de Portugal y la de España. - En Portugal ha logrado un 38,5% de los votos y 104 escaños (a 12 de la mayoría absoluta) una coalición de centro derecha encabezada por el actual primer ministro Pedro Passos Coelho. Salvando las muchas distancias ideológicas, a efectos electorales sería como si aquí se presentaran ahora en coalición el PP y Ciudadanos.- En Portugal, los dos grupos que forman esa coaliciónde centro derecha (el PSD y el Centro Democrático Social-PP) sumaron por separado en las anteriores elecciones de 2011 el 50% de los votos. Es decir que juntos han caído doce puntos. Por cierto, con un nivel de abstención que en 2011 fue del 41% y este domingo subió hasta el 43%. (En España se registró una abstención del 26% en las generales de 2008 y del 28% en las de 2011). - En Portugal, Coelho, por lo demás, se parece a Rajoy como un huevo a una castaña. Se trata de un economista, un tecnócrata decidido a privatizar en Portugal hasta el Cabo de San Vicente aunque no se lo pida la troika, pero que a la vez deja caer la Banca Espírito Santo o liberaliza algún oligopolio para demostrar que el que manda es él y no el poder financiero o empresarial. (Casi como aquí). - En Portugal las opciones fragmentadas de la izquierda han sumado 121 escaños, una mayoría absoluta clara, aunque imposible de articular como coalición de gobierno. El Partido Socialista obtiene el 32,4% de los votos (85 escaños); el Bloco de Esquerda, el 10,2% (19 escaños) y el Partido Comunista en coalición con los Verdes, el 8,3% (17 escaños). Pero el mayor enemigo de los comunistas son los socialistas, y viceversa. Los primeros quieren sacar a Portugal del euro, y los segundos tienen en la cárcel (bajo graves acusaciones de corrupción aún no juzgadas) a su anterior líder José Sócrates, que fue el primer ministro que solicitó el rescate para Portugal. Hoy por hoy, la izquierda española se parece a la portuguesa tanto como Rajoy a Passos Coelho. - En Portugal el Bloco de Esquerda (la referencia en España de Podemos) triplica el número de diputados respecto a 2011. Ha expresado su voluntad de llegar a acuerdos con los socialistas, pero el líder de estos últimos y sucesor de Sócrates,António Costa, ha dejado claro que prefiere dar apoyos puntuales a Passos Coelho antes que pactar con el resto de la izquierda.- En Portugal parece cantado que el Partido Socialistase encamina a un congreso extraordinario en el que podría caer Costa y ser sustituido por algún dirigente más dispuesto a un giro a la izquierda que a sostener a un Gobierno conservador que ha recortado derechos sociales y servicios públicos como si se acabara el mundo. Si se confirmara ese pronóstico de algunos analistas políticos lusos, antes de un año el Gobierno de Passos Coelho podría verse forzado a convocar nuevas elecciones¿De qué se alegra tanto entonces el Gobierno de Rajoy? Obviamente de esa fragmentación de la izquierda que permitirá tomar posesión a Passos Coelho, pero sobre todo de un hecho que, elección tras elección, viene confirmándose en las últimas décadas: las elecciones generales las pierde el gobierno de turno, no las gana la oposición. Dicho de otra forma, quien maneja los Presupuestos Generales, el BOE, la mayoría de los medios de comunicación y la capacidad de sembrar el miedo o de tranquilizar a la población sólo perderá el poder ejecutivo si comete graves errores de última hora o afronta de mala manera cualquier tipo de catástrofe. Y ello aunque haya incurrido en contradicciones absolutas, engañado al electorado o aplicado políticas antisociales. De hecho al PP, aunque no lo exprese públicamente, tampoco le pareció tan mal la victoria en Grecia de Syriza, porque sirve también para confirmar que es muy difícil desalojar a un Gobierno en una sola legislatura, y más aún si consigue trasladar la imagen de que “no hay alternativa”, que “más vale lo malo conocido”, que “son lentejas”… y otros cuantos eslóganes muy propios del espíritu navideño.España no es Grecia ni Portugal por la misma razón por la que no se produjo un rescate total sino bancario, es decir porque la economía española es la cuarta de la zona euro y su rescate completo supondría el fin del euro. Pero esa misma diferencia debería condicionar la valoración de una gestión de gobierno con mayoría absoluta que no ha sido capaz de frenar una sola imposición de la troika ni distribuir con un mínimo de equidad los sacrificios. (Y sin conseguir tampoco los objetivos que esos sacrificios supuestamente pretendían: controlar el déficit y reducir la deuda).La otra gran diferencia respecto a Grecia y Portugal es que aquí entran y salen de la cárcel o se sientan en el banquillo exvicepresidentes del Gobierno y extesoreros del partido de la mayoría absoluta sin que su máximo líder asuma la menor responsabilidad política ni se plantee siquiera renunciar al liderazgo.