En qué se distinguen robar y
ser un ladrón.
ONADOS
“Algunas cosas hace falta verlas para no poderlas creer”.
Robar y ser un ladrón no son la misma
cosa. Las dos están mal, constituyen un delito y no tienen un pase, pero se
distinguen en que la primera define un acto y la segunda a un tipo de
persona. Si las llevas a un extremo, una incluso se puede deber, en algunas
ocasiones, a la necesidad, mientras que la otra es siempre producto de la
ambición, que ya se sabe que lo mismo puede ser una virtud que un vicio, servir
igual para alcanzar las metas que para pasarse de la raya. Ahora que nos
encontramos de nuevo a tiro de piedra de unas elecciones generales, sospecho
que para que alguien vote en junio al Partido Popular, antes tiene que haber
decidido que la formación conservadora pertenece al primer caso, es
decir, que es cierto que en sus filas hay algunos forajidos de guante blanco,
varios delincuentes con mando en plaza y docenas de salteadores de caminos,
pero que no son los peces gordos que se podría pensar, a la luz de sus cargos y
sus responsabilidades, sino que se trata nada más que de “esos señores”, como los
suele llamar el presidente del Gobierno, personas que iban por libre en la
calle Génova, desvalijaban a su aire, de espaldas a la superioridad,
traicionando a quienes creían en ellos y cuando tomaban un sobre lleno de
billetes invisibles para Hacienda, por poner un ejemplo, lo hacían convencidos
de que todo era perfectamente legal, un pacto entre caballeros, de esos que se
firman con un simple apretón de manos, con la particularidad de que en su caso
una de ellas dejaba en la otra un sobre lleno de dinero negro. "Nadie
se dio cuenta", lo juran, pero es difícil de creer. "¿Por qué no
viste el pájaro / que volaba / en tus ojos?", pregunta el poeta venezolano
Rafael Cadenas en su último libro, En torno a Basho y otros asuntos,
recién publicado por Pre-Textos.
Los jueces, por fortuna, no son tan
inocentes y suelen basar sus sentencias en hechos. Y la verdad es que las
pruebas e indicios cada vez dejan ver una radiografía más oscura del PP,
donde la corrupción parece haber sido el principio y el fin de
todas las cosas, hasta el punto de hacer que el partido haya sido imputado en
su conjunto, todos para uno y uno para todos. Ahora ya no se trata, por tanto,
de esos presuntos tiradores solitarios a los que se suele referir Mariano Rajoy
en la parte de sus discursos que se entiende; ya no se reduce todo a las
aventuras de los Bárcenas y Barberás, Granados y Fabras, Matos, Matas y Ratos,
sino que la Audiencia Nacional ha dado diez días al PP para pagar
1.245.154 euros como responsable civil subsidiario en el caso de la
caja B con la que, entre otras muchas cosas, pagaron la reforma de su sede en
Madrid. Ellos dicen que todo eso nunca existió y de ahí no los mueves ni con
una grúa. Para demostrarlo, una de sus nuevas dirigentes, Andrea Levy, insiste
en que la contabilidad secreta es un invento, que la documentación que
demuestra lo contrario es falsa y que aunque “desde luego” se depositará esa
cantidad, “en ningún caso se trata de una condena o una multa”. ¿Será por la
misma razón que el despido de su tesorero no era tal cosa sino una
indemnización en diferido? Las hemerotecas aún recuerdan a la autora de esa
frase, María Dolores de Cospedal, afirmando que “el total de la obra figura en
la contabilidad del partido. El total. El total”. Pues se ve que no, y ahora
habrá que ver de dónde saca ese dinero el PP y si en ese escondite hay más. Y,
en cualquier caso, parece una buena noticia para los ciudadanos que en esta
ocasión, igual que acaba de suceder con la multa de casi trescientos mil euros
impuesta a los dos últimos alcaldes populares de Vitoria por las pérdidas que
sufrió la ciudad a causa de algunas de sus decisiones, los partidos o sus
dirigentes deban pagar por las pérdidas que causen sus decisiones, sobre todo
si son arbitrarias y están tomadas para beneficiar a unos pocos y en
detrimento de la mayoría.
Para redondear su lunes negro, ayer otro
juez decidió abrir juicio oral contra 23 personas físicas y 13 jurídicas como
responsables civiles por la pieza separada del caso Gürtel que se
refiere a la visita del papa a Valencia en 2006, que hay quien lo mismo
saca tajada de Dios que del diablo, y resulta que entre los acusados figuran el
ex presidente de las Cortes valencianas, el ex director de la televisión
pública de la Comunidad y Correa y sus secuaces, los mismos que le pagaban
parte de la boda de su hija a Aznar y fueron a echarse un bailecito en El
Escorial con la familia. El auto del magistrado es demoledor, porque los
delitos que les imputa son los de asociación ilícita, falsedad documental, prevaricación,
blanqueo de capitales, fraude a las administraciones y a Hacienda, malversación
continuada de caudales públicos, cohecho... "Denles una ciudad y ellos
la llevarán donde nadie la encuentre", escribe Rafael Cadenas.
Y finalmente, por ahora, la Fiscalía
también pide para los jefes y cargos políticos del PP en Colmenar Viejo penas
de entre dos y tres años y medio de cárcel, por dar licencias
urbanísticas por encima de la ley y de los informes técnicos que las
desaconsejaban, que si las calles de la dictadura eran de Fraga, las de la
democracia son de sus herederos. O eso creían. Uno de ellos, el alcalde de la
ciudad en activo, es miembro del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de
Madrid, junto a la secretaria general del PP, y ambos fueron nombrados para el
puesto, este mismo verano, por la presidenta Cristina Cifuentes. Van cayendo
piezas, el edificio se derrumba y en nosotros se abren las mismas
interrogaciones que en otro de los textos de En torno a Basho y otros
asuntos: "¿Quién habita / donde nada / queda en pie?"
Igual creían que sumando una ley mordaza a la financiación ilegal, nadie
les iba a quitar la silla y nadie se atrevería a protestar. Por suerte, siempre
se equivocan en el mismo punto: menosprecian a los españoles porque los consideran
súbditos y nada más. Pero somos mucho más que eso y ha podido tardar más o
menos, pero ha empezado otra época en la que los de siempre ya no van a estar
al mando. Algunos, de hecho, donde van a ir no es al Congreso, sino a
la cárcel. Ya lo verán.
Benjamín Prado.
Benjamín Prado.