El PP, Aznar, Esperanza, las mentiras y los muertos.
Solo una mente retorcida puede seguir defendiendo la guerra de Irak y afirmar, como ha hecho de nuevo Aznar, que "España salió ganando".
Cuando Esperanza Aguirre dice que "no estuvimos en Irak" está faltando al respeto a las tropas españolas que se jugaron la vida en Nayaf o Diwaniya, a los militares españoles muertos en territorio iraquí y a todos los ciudadanos españoles.
En este mundo que da rienda suelta a los delirios de tantos dementes, nos encontramos con declaraciones como las de Esperanza Aguirre este lunes, afirmando que España no estuvo en la guerra de Irak o como las de Aznar, que erre que erre, vuelve a decir que España “salió ganando” al apoyar la guerra de Irak.
Desconocemos si Aznar lo dice por el atentado del 11M en Madrid en 2004, por la muerte a tiros de varios militares españoles en territorio iraquí o por la batalla 4 de abril de 2004 en Nayaf, cuando las tropas españolas aguantaron durante horas el asedio de su cuartel general, recibiendo ataques de granadas y mortero.
O quizá Aznar lo diga por las contrapartidas adquiridas a cambio de la participación española en la invasión y ocupación de Irak, que son... ninguna. Nuestro país se convirtió en posible objetivo de ataques por haber participado en una operación militar que abrió las puertas del infierno en Oriente Próximo y a cambio, hablando en los terribles términos de la realpolitik, no obtuvo ni más poder o influencia en el escenario global.
España tampoco fue elegida como sede de alguna empresa o instituto internacional que pudieran crear puestos de trabajo -contrapartida que se barajaba por aquella época-, ni logró una pequeña concesión para la explotación de petróleo en Irak, ni siquiera obtuvo la presidencia rotativa de algún organismo internacional simbólico. Nada.
Solo logró colocarse en el centro de la diana como país corresponsable del horror que allí instalaron los impulsores de la guerra, que perdura hasta día de hoy con consecuencias devastadoras para toda la zona y para la propia Europa.
Defender la guerra de Irak a día de hoy es propio de una mente retorcida. Pensar que España gana por participar en una operación que supuso millones de muertos y heridos -incluido el periodista José Couso-, cárceles secretas, torturas, arrestos arbitrarios y humillaciones diarias a los iraquíes, es negar una tozuda realidad que nos muestra día a día la política internacional: que todo tiene consecuencias. Y algunas de esas consecuencias traspasan ya las fronteras de Oriente Próximo y llegan a Europa.
En cuanto a lo de Esperanza... Ay. Esperanza. No estuvimos en la guerra de Irak, dices. Me pregunto qué pensarán al oirte las viudas de los militares españoles asesinados en territorio iraquí, los militares que aguantaron el asedio de Nayaf, los que participaron en la misión en Diwaniya o los que presenciaron, día a día, cómo aquél país estaba descomponiéndose de forma alarmante.
No estuvimos en la guerra de Irak, dices. Por eso el grupo más numeroso de periodistas en Bagdad en 2003 éramos precisamente los españoles, algo que jamás habría ocurrido si nuestro país no hubiera participado directamente en esa operación militar.
¿No estuvieron en Irak los siete agentes del CNI muertos en una emboscada en una carretera iraquí, Alberto Martínez, Carlos Baró, José Merino Olivera, José Carlos Rodríguez Pérez, José Lucas Egea, Alfonso Vega Calvo y Luis Ignacio Zanón Tarazona?
¿No lo estuvo el comandante de la Guardia Civil Gonzalo Pérez García, herido de un disparo en la cabeza en Irak durante una operación conjunta de la brigada Plus Ultra y la policía iraquí en Hamsa, y muerto 13 días después?
¿Tampoco estuvo en Irak el sargento primero del Ejército del Aire José Antonio Bernal Gómez, muerto por un tiro en Bagdad, ni el capitán de navío Manuel Martín-Oar, muerto en el atentado contra la sede de la ONU en Bagdad en 2003?
España sí estuvo en Irak, contribuimos a una invasión ilegal que militarizó el país, que introdujo una enorme cantidad de armas y que impuso un reparto del poder por cuotas sectarias, fomentando la división y la fragmentación del país. Estuvimos, a pesar de que no había armas de destrucción masiva, como nos había asegurado Aznar.
Son demasiados años de mentiras e insultos a la inteligencia de la gente. Si este fuera un país sano, las preguntas del día serían:
¿Va a solicitar el PP la dimisión de Esperanza Aguirre y de José María Aznar, por engaños insistentes y a sabiendas? y ¿Cómo es capaz de mantener en sus filas a dos personajes que mienten a la ciudadanía sobre cuestiones de enorme importancia?
Podemos esperar sentados a lo que el PP tenga que decir al respecto. Más impunidad y silencio. Todo vale, aunque con ello se pisotee la memoria de los muertos.