lunes, 28 de octubre de 2024

- CARTEL DEL PARTIDO C.D. BONARES BONAFRU - A.D. ALMONTE BALOMPIÉ.

 


- EN ESPAÑA APEDREAMOS MUY BIEN.

En España apedreamos muy bien.

Impresiona la saña catártica y justiciera con que propios y ajenos sacuden a quien solo un día antes tenían por referente político, parlamentario valioso, intelectual brillante; respetado por sus adversarios, muy bien valorado por los votantes, y apreciado por los suyos que siempre lo situaron en puestos de responsabilidad.

 Isaac Rosa

 Parece que le teníamos ganas a Errejón desde hace tiempo, y ni siquiera lo sabíamos. Solo hay que ver la saña con que lo hemos apedreado en los últimos cuatro días. Las primeras pedradas le cayeron por presunto acosador y agresor sexual, las siguientes por hipócrita y farsante, por machista disfrazado de aliado feminista y por lo impresentable de su carta de despedida; y a partir de ahí siguieron cayéndole piedras: por el daño que le hace a Sumar, por el daño a la izquierda y al feminismo; pedradas por el destrozo que le hace al gobierno, pedradas por darle munición al adversario, pedradas anticipadas por la futura victoria electoral de las derechas a la que él va a contribuir, pedradas por viejas traiciones de su espacio político, pedradas por su etapa en Podemos, pedradas por haber fundado Podemos, pedradas por liquidar todo un ciclo político y extender el desánimo en los votantes, pedradas de los rivales políticos, pedradas de los compañeros decepcionados, pedradas de los excompañeros que se la tenían guardada…

Yo mismo venía a este artículo con mi piedra preparada, indignado con las revelaciones de estos días, pero se me ha encogido un poco la mano al ver la que le está cayendo encima. Vaya por delante que me parece repugnante la forma en que Errejón trataba a las mujeres, según ellas denuncian y él mismo reconoce (se entiende en su carta que era un mierda, pese al lenguaje críptico). Y si se demuestra que ha cometido algún delito, debe pagar por él, y sus víctimas merecen toda nuestra consideración. Dicho lo cual, me impresiona la saña catártica y justiciera con que propios y ajenos sacuden a quien solo un día antes tenían por referente político, parlamentario valioso, intelectual brillante; respetado por sus adversarios en el combate dialéctico, muy bien valorado por los votantes, y supongo que muy apreciado por los suyos, tanto en su día en Podemos como ahora en Sumar, pues siempre lo situaron en puestos de responsabilidad, candidaturas electorales y nada menos que la portavocía en el Congreso.

En cuestión de horas no quedaba nada de todo aquello. ¡Catacroc!. De pronto, en estado de shock, resulta que todos lo veíamos venir o incluso lo sabíamos ya, todos sospechábamos desde siempre que no era trigo limpio, todos habíamos oído rumores de su toxicidad, todos nos decimos decepcionados, todos nos fustigamos por no haberlo apartado antes, todos releemos a la nueva luz sus intervenciones parlamentarias, sus entrevistas y mítines, sus tuits, sus whatsapps privados, y hasta su libro de memorias políticas, en el que hoy encontramos las pistas que no supimos ver.

Durante años repetíamos aquello, atribuido a Rubalcaba, de que “en España enterramos muy bien”: la muerte, biológica o política, multiplicaba los elogios hacia quien solo unos días antes era despreciado por los mismos que lo ensalzaban en la hora del adiós. Últimamente, parece que lo que se nos da mejor es apedrear. Y aunque hoy tenemos muy claro que Errejón merece el apedreamiento por todo lo enumerado en el primer párrafo, cuidado con los apedreamientos, que generan inercias sociales que luego no hay quien pare.

Otro día, cuando se nos pase el calentón, discutimos eso de “la contradicción entre el personaje y la persona”, que también tiene su miga, y a mí, lo confieso, me genera muchas dudas esa exigencia de coherencia absoluta entre lo que uno es en público y en privado. Porque si lo hacemos extensivo a otros ámbitos de la vida, lo aplicamos no solo al machismo, y no lo limitamos a los comportamientos delictivos, entramos en un terreno muy resbaladizo donde la mayoría patinaríamos en algún momento. Aunque tiremos la primera piedra.